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sábado, 27 de noviembre de 2021

Malala: Premio Nobel de la Paz

 


Malala Yousafzai nació el 12 de julio de 1997 en Mingora (Pakistán). Primogénita de Ziauddin Yousafzai, un joven de 28 años de origen humilde que había conseguido crear una escuela, y de su esposa, Tor Pekai, sus padres le pusieron Malala en honor a Malalai de Maiwand, famosa poetisa y guerrera del siglo XIX que se ganó el apelativo de la "Juana de Arco de Afganistán". Aunque familiares y amigos le expresaron su pesar porque el bebé no hubiera sido un varón, Ziauddin les pidió que lo celebraran. "Malala será libre como un pájaro", repetía este profesor que era uno de los pocos hombres en Pakistán que defendían el derecho de la mujer a la educación. La familia se amplió en los siguientes años con el nacimiento de dos chicos: Khushal y Atal. Los cinco vivían en la escuela, en unas dependencias habilitadas como vivienda.

Excelente oradora desde que era una niña

En el centro educativo, el progenitor realizaba casi todas las tareas: director, profesor, contable y limpiador. Con todo, sacaba tiempo para compartir conocimientos con su primogénita, a la que le enseñó inglés siendo una niña. Con 3 años, Malala ya destacaba por su interés por aprender y solía escuchar las clases que su padre daba a alumnos más mayores y enseguida se reveló como una excelente oradora. "Di mi primer discurso en la escuela con 9 años. Mi padre lo escribió para mí. Cuando empecé, temblaba, no podía pronunciar más de tres palabras seguidas, pero cuanto más avanzaba, más segura me sentía. Luego, participé en muchos concursos de elocuencia. Mi padre y mi abuelo, un imán conocido por sus sermones, son grandes oradores. ¡Debe ser genético!", ha explicado.

Talibanes en el poder


En el 2007, cuando Malala tenía 10 años, los talibanes se hicieron con el poder en el valle de Swat, donde se encontraba la localidad en la que vivía la niña. Los excesos de los radicales cambiaron la tranquila vida que habían llevado los Yousafzai hasta entonces. "Los talibanes arrasaron nuestra ciudad y mataron a muchas personas. Los cuerpos aparecían decapitados en la plaza principal. También prohibieron que las niñas fueran a la escuela. Había mucha gente en contra de eso, pero tenían miedo, así que pocos se atrevieron a hablar en voz alta en pro de sus derechos. Uno de ellos fue mi padre. Y yo le seguí", explica.


A pesar de la prohibición, Malala y otras compañeras continuaron yendo a clase aunque sin el uniforme escolar y escondiendo los libros de texto bajo la ropa. En el 2008, un amigo de su padre que trabajaba como corresponsal de la BBC en el país le contó que la emisora estaba interesada en ofrecer al público el testimonio diario de cómo los ciudadanos de la zona vivían bajo la dominación talibán y buscaban a alguien para que escribiera un blog con sus impresiones. La niña, de 11 años, se ofreció para hacerlo y su progenitor accedió. Para preservarse, firmaba con el pseudónimo Gul Makai (antigua heroína pakistaní). "Sólo 11 de las 27 alumnas que éramos, han ido hoy a la escuela. Tres de mis amigas emigraron después del edicto que prohibía la educación a las chicas", relató en su primera entrada, el 3 de enero del 2009. El blog contó con muchos seguidores, tanto en Pakistán como en otros países del mundo. Aunque por sus reflexiones en Internet se había convertido en una voz de referencia en la defensa de los derechos de las mujeres, en su tiempo libre Malala era una adolescente que escuchaba a Justin Bieber y veía la serie "Betty la fea". Estas diversiones también eran un peligro, ya que los talibanes habían prohibido escuchar música y ver la tele, que la familia había escondido en un armario.


Protagonista de un documental


Cuando el blog dejó de funcionar, un reportero del "New York Times" les propuso a Malala y a su padre que aparecieran en un documental que estaba rodando sobre la realidad de aquella región de Pakistán. A pesar de que no se dijo que la niña había sido la autora del blog, cosas que dijo la señalaron como tal. Para entonces, a Ziauddin le habían cerrado la escuela y había recibido amenazas de muerte, pero, tras la emisión del reportaje, empezó a temer por su hija, que intentaba tranquilizarlo recordándole que los talibanes nunca habían disparado contra una niña.


Poco después, Malala apareció en varias cadenas pakistaníes defendiendo a cara descubierta el derecho femenino a la educación. Su firmeza hizo que el arzobispo Desmond Tutu la propusiera, en el 2011, para el Premio Internacional de los Niños por la Paz. Ese mismo año, el Gobierno pakistaní le otorgó el Premio Nacional por la Paz. Con el inicio del 2012, la adolescente planeaba crear una fundación que trabajara para que las niñas más pobres fueran a la escuela.


Un disparo en la cabeza que casi la mata


Aunque involucrada en muchas iniciativas, Malala no descuidaba su educación y continuó yendo al colegio a diario. El 9 de octubre del 2012, cuando volvía en autobús a casa, el vehículo fue obligado a detenerse y un hombre con la cara tapada subió y preguntó: "¿Quién es Malala?". Sin pensarlo, las niñas se giraron hacia ella y el agresor le disparó en la cabeza. La bala entró por debajo del ojo izquierdo y descendió hasta la mandíbula para alojarse en el cuello. "Estuvo a 4 centímetros de causarle la muerte", aseguraron los médicos. La niña fue atendida en estado crítico en el hospital militar de Peshawar, donde, tras una operación de tres horas, lograron extraerle la bala. Los profesionales pakistaníes contaron con la ayuda de dos médicos británicos que estaban en el centro. Estos recomendaron que Malala prosiguiera el tratamiento en Gran Bretaña. Tras una semana en coma inducido, la adolescente despertó en el hospital Queen Elizabeth de Birmingham. "No ha perdido la memoria y ha sido capaz de expresar su gratitud", anunciaron los doctores. Pese a estas esperanzadoras palabras, fueron necesarias más intervenciones. Se le colocó una placa de titanio en el cráneo, así como un implante coclear en el oído izquierdo para recuperar la audición. La más complicada fue la que reparó el nervio facial, totalmente seccionado, que le había paralizado la mitad izquierda de la cara. Por fin, el 8 de febrero del 2013 recibió el alta.


Durante su convalecencia, Malala ya había empezado a darse cuenta de que, tras el atentado, se había ganado la admiración y el apoyo de millones de ciudadanos, así como de jefes de Estado y personajes famosos. Instalada con su familia en Birmingham, la joven siguió estudiando, pero decidió volcarse en el activismo proeducación femenina y, entre otras iniciativas, creó la Fundación Malala. El 12 de julio del 2013, el mismo día en el que cumplía 16 años, pronunció un discurso en las Naciones Unidas. "Un niño, un profesor, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo", aseguró en su intervención.


"He visto la muerte de frente y no tengo miedo"


En el mes de octubre fue recibida en el despacho Oval por el presidente Barack Obama y su familia. Lejos de sentirse cohibida, Malala le pidió al mandatario que el ejército estadounidense no lanzara más drones en las zonas de guerra porque causaban la muerte de muchos inocentes. Consciente de que su activismo la volvió a colocar en el punto de mira de los radicales islámicos , la joven se ha reafirmado en sus propósitos. "Si me ocurriera otra vez algo, si me dispararan dos , tres veces, eso no me impediría continuar con mi lucha. He visto la muerte de frente y no le tengo miedo", afirmó en una entrevista.


En el 2013, recibió una decena de galardones, algunos tan prestigiosos como el Premio Sajarov a la Libertad de Conciencia, concedido por la Unión Europea, o el Premio Embajador de Conciencia, de Amnistía Internacional, cuyos fondos económicos han sido destinados a proyectos de su fundación. La adolescente fue elegida premio Nobel de la Paz 2014, conjuntamente con el activista indio Satyarthi, que lucha contra la explotación infantil. Esta decisión la convierte en la persona más joven que recibe este galardón.

 


lunes, 24 de mayo de 2021

Benazir Bhutto: Primera mujer dirigente de un país musulmán

 


Los Bhutto son una dinastía política familiar al estilo de los Gandhi, en la India, o los Kennedy, de EEUU. El padre de Benazir Bhutto, Zulfikar Ali Bhutto, fue primer ministro de Pakistán en los años 70. Perteneciente a una rica familia de terratenientes con un estilo de vida feudal, se casó con Begur Nusrat. Benazir nació en Karachi el 21 de junio de 1953 y fue la mayor de cuatro hermanos. Cursó sus estudios primarios en varios colegios cristianos de su ciudad natal hasta que su padre, que deseaba que su hija siguiera las enseñanzas occidentales, la envió a EEUU. Allí estuvo hasta 1973, graduándose en Ciencias Políticas por la prestigiosa Universidad de Harvard. Luego viajó a Oxford (Inglaterra), donde estudió Filosofía, Ciencias Políticas y Economía.

Por aquel entonces su padre ya era presidente y después, fue primer ministro, de la República Islámica de Pakistán. Había sido el primer dirigente elegido en unas elecciones democráticas desde la creación del país, en 1947, cuando se segregó de la India. Derrocado por un golpe militar en 1977, fue juzgado y condenado a muerte acusado de conspiración para asesinar a un oponente político. Benazir regresó a su país en 1979 para luchar por la libertad de su padre y la democracia, pero fue detenida y encarcelada. Condenada a cinco años de prisión, pasó la mayor parte de este tiempo en celdas de aislamiento en unas condiciones que ella calificó de "extremadamente duras". Se dice que el fuerte y decidido carácter de Benazir se forjó en aquellos años de prisión y después de ver como ejecutaban a su padre en la horca en la ciudad de Rawalpindi, la misma en que ella moriría, en atentado, el 27 de diciembre del 2007.

Dos de sus hermanos murieron asesinados

En 1984, ella y su familia fueron obligados a exiliarse en Londres. Allí reorganizaron el partido que lideraba su padre, el Partido del Pueblo de Pakistán (PPP), de carácter socialdemócrata. Pero la saga familiar de los Bhutto estaba predestinada a morir en trágicas y misteriosas circunstancias. Durante aquel primer exilio el hermano menor de Benazir, Shahnawaz, fue hallado muerto en extrañas circunstancias, a los 27 años, en su apartamento de la Riviera francesa. El joven, también políticamente activo, era el más moderado de la familia: su asesinato nunca se aclaró, pero las crónicas de la época comentaban que había sido envenenado. Su otro hermano, Murtaza, llegó a ser uno de los líderes del partido. Tras la caída de su padre, se refugió en la por entonces comunista Afganistán desde donde lanzó una campaña, incluso armada, contra el gobierno militar de Pakistán. Murtaza se convirtió, de hecho, en rival político de su hermana y llegó a ganar las elecciones en el exilio en 1993. Volvió a su país como diputado provincial, pero, en 1996, fue asesinado a tiros en misteriosas circunstancias en una emboscada de la policía pakistaní. Actualmente, sólo sobrevive uno de los cuatro hermanos, Sanam, que no se ha dedicado a la política.

En el poder, a los 35 años


En 1985, después de que se levantara la ley marcial, Benazir pudo regresar a su país. Allí vio que las multitudes acudían en masa a sus mítines. Tres años después, el general golpista que había derrocado a su padre murió en un misterioso accidente de aviación. Se convocaron elecciones generales, que el partido de Benazir ganó justito pero lo suficiente para que ella se convirtiera, a los 35 años de edad, en la primera mujer dirigente de un país musulmán.


Benazir era una mujer inteligente y culta, autora de varios libros de carácter político. Su enérgico carácter era calificado, a veces, de arrogante. También era una mujer muy atractiva, siempre bajo el tradicional velo musulmán que llevaba con una elegancia innata y que la convirtió en un personaje glamuroso de la época. Pero su gran error, al menos desde el punto de vista político, fue casarse. El 18 de diciembre de 1987, al poco de ser nombrada primera ministra, Benazir se desposó con el hombre de negocios Asif Alí Zardari, en lo que era un matrimonio concertado. La pareja tuvo un hijo, Bilawal, y dos niñas, Bakhtar y Aseefa.


El problema surgió cuando aún no habían pasado ni dos años de su nombramiento. Su marido, que ocupaba altos cargos en la Administración pública, fue acusado de corrupción y los partidos religiosos, que no podían soportar que una mujer estuviera al frente del gobierno, aprovecharon para acusarla de despotismo e ineficacia política. Benazir dimitió de su cargo. Reelegida primera ministra en las elecciones de 1993, dejó el cargo tres años después, acusada nuevamente de corrupción, al igual que su marido, que entonces ocupaba la cartera de Inversiones.


Su marido estuvo ocho años en prisión


Pese a negar los cargos, Zardari ingresó en prisión, donde pasó ocho años. Ninguno de los 18 casos de corrupción de los que se le acusaba fue nunca probado y, finalmente, quedó libre bajo fianza en el 2004. Pero la sospecha de criminalidad y de haber acumulado una fortuna de más de mil millones de dólares fue la ruina política del matrimonio. El marido de Benazir tenía dos campos de jugar al polo, el deporte nacional, 47 caballerizas y nadie se explicaba cómo habían podido comprar una propiedad valorada en 4 millones de dólares en el Reino Unido con unos ingresos anuales de 25.000 dólares. Sin embargo, ninguna de las acusaciones contra Benazir pudo ser nunca probada. Aunque fue condenada en 1999 por no presentarse a uno de los juicios, el Tribunal Supremo de Pakistán revocó esa sentencia al demostrarse que el juez había sido presionado para condenarla por los ayudantes del entonces primer ministro, Nawaz Sharif. Tras su segunda salida del poder cayó prácticamente en el olvido, ya que se la relacionaba con malos gobiernos y casos de corrupción. Benazir se exilió voluntariamente en 1998 viviendo entre Londres y Dubai junto a sus tres hijos y pudo reencontrarse con su marido cuando fue puesto en libertad en el 2004.


El regreso de Bhutto a Pakistán en octubre del 2007 se enmarcaba dentro de un proceso de tímida democratización del país. Su carácter pro occidental pretendía establecer un cierto equilibrio de fuerzas en uno de los países más convulsos del planeta. El general presidente, Pervez Musharraf, quiso que regresara para gobernar juntos y apaciguar a los sectores que exigían el regreso a la democracia en unas elecciones que deberían celebrarse en enero.


Un atentado del que salió ilesa

Benazir aceptó, en un principio, la propuesta electoral, pero, nada más llegar, y tras sufrir un atentado del que salió ilesa el primer día de su vuelta, dejó bien claro que no sería un títere del presidente. Nadie dudaba de que iba a ser, por tercera vez, la primera ministra de Pakistán. Pero el disparo de un suicida -que luego hizo explosionar la carga que llevaba adherida a su cuerpo- acabó con la vida de esta mujer de 54 años el 27 de diciembre del 2007, después de un mitin en Rawalpindi, cerca de la capital, Islamabad. La dirigente pakistaní recibió sepultura en el mausoleo familiar de su provincia natal, mientras el país se convulsionaba por el magnicidio. "En Pakistán nací y en Pakistán moriré", había dicho en una entrevista "la predestinada", como la llamaban en su país. Bilawal, su hijo, que antepuso el apellido Bhutto al de su padre, Zardari, fue elegido su sucesor en la presidencia del partido de Benazir para que la dinastía política familiar pudiera seguir.