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miércoles, 14 de abril de 2021

Simone de Beauvoir: Escritora francesa y feminista

 


Simone Lucie Ernestine Marie Bertrand de Beauvoir nació en París (Francia) el 9 de enero de 1908, en el seno de una familia burguesa con aspiraciones aristocráticas. Fue la primera hija del abogado Georges de Beauvoir y de su esposa, FranÇoise de Brasseur. La familia se completó con el nacimiento de Hélène. Con ideas extremadamente conservadoras, el padre se oponía al sufragio universal y a la República. La madre defendía valores tradicionales como el puritanismo, el rechazo del materialismo y la creencia de que la fe católica era el más firme puntal de la existencia.

De Montparnasse a un barrio más humilde

Por los desafortunados negocios en que se embarcó el padre, en 1919, los Beauvoir se encontraron en la ruina y tuvieron que abandonar su cómodo domicilio en Montparnasse para instalarse en un piso oscuro, sin agua y sin ascensor de un barrio más humilde, en el que tuvieron que prescindir del servicio doméstico. El padre de Simone encontró trabajo como vendedor de publicidad de un periódico, pero su nueva -y baja- condición económica le dejó una huella de amargura, que acabó convirtiéndole en alcohólico y asiduo de los servicios de las prostitutas. Quizás para abstraerse de las cada vez más frecuentes broncas entre sus padres, Simone se convirtió en una lectora voraz y se inició en la escritura de la mano de su primo Jacques.

Conoció a Jean-Paul Sartre en la Sorbona

Hizo el bachillerato de Letras en la Institución Sainte Marie de Neuilly, donde las profesoras estaban más interesadas en enseñar a las alumnas cómo cazar un buen marido que a pensar por sí mismas. Pero Simone tenía una inteligencia tan privilegiada que le permitió superar aquellos limitados horizontes. En 1927, con solo 19 años, se licenció en Filosofía por la Sorbona, donde conoció a Jean-Paul Sartre, el hombre al que estaría unida toda su vida, aunque de una manera no convencional. "Sartre correspondía exactamente al compañero con el que yo había soñado desde los 15 años. Era el doble en quien encontraba, incandescentes, todas mis manías. Simplemente podía compartirlo todo con él", escribió en uno de sus libros autobiográficos. Éste, tras conocerla, comentó de ella: "Simpática, bonita, pero mal vestida". Era una "boutade", porque inmediatamente se rindió ante la fuerza avasalladora de la inteligencia y la capacidad de razonamiento de Beauvoir. Para entonces, Simone ya se había independizado de su familia. Se incorporó al círculo de Sartre, un intelectual extraordinario, pero sin renunciar a su independencia y a su libertad personal. "Solo enfrentándose a su soledad y a su independencia las mujeres pueden aprender a considerar el mundo como propio", escribió.

Entre 1941 y 1943, esta mujer a la que Sartre apodó "castor" dio clases en la Sorbona. Su carrera docente se vio truncada cuando se produjo la ocupación nazi de París. "Lamento que haya sido necesaria la guerra para hacerme comprender que vivía en el mundo y no fuera de él", escribió años después sobre el periodo de la ocupación alemana, años en que ella pese a considerarse una mujer "totalmente de izquierdas", no manifestó total indiferencia ante la barbarie de Hitler. Tampoco le importó la Guerra Civil española.

Ajena a la Resistencia francesa -aunque en algunas biografías se dice lo contrario- Beauvoir escribió en 1943 su primera novela, que con el título de "La invitada", abordaba la ideología existencialista de la libertad y la responsabilidad individual, dos temas que volverían a aflorar en obras como "La sangre de los otros" (1944) y "Los mandarines" (1954), que ganó el prestigioso Premio Goncourt.

"El segundo sexo", referente del feminismo

En 1945, acabada la guerra, Simone empezó a colaborar con Sartre en la revista "Les Temps Modernes", de la que el filósofo era fundador y director. Dos años después, Simone escribió el ensayo "Por una moral de la ambigüedad", en el que aseguraba que "el hombre es libre, pero su libertad solo es real y concreta en la medida en que está comprometida, es decir, solo si tiende hacia un objetivo y trata de realizar algún cambio en el mundo". Fue en la revista "Les Temps Modernes" donde esta mujer excepcional publicó los primeros capítulos de "El segundo sexo", que saldría a la venta como ensayo en 1949, convirtiéndose en piedra angular del movimiento feminista. El libro, dividido en cuatro partes, es una brillante reflexión todavía hoy vigente sobre las influencias históricas y psicológicas que determinan la condición femenina. De esta obra, que empieza con un "no se nace mujer, llega una a serlo", se vendieron 22.000 ejemplares en una semana y Simone de Beauvoir alcanzó una gran popularidad, al tiempo que se convirtió en destinataria de feroces críticas que la tildaban de neurótica, frígida, frustrada y amargada. En cualquier caso, la obra marcó un antes y un después en la historia del feminismo. Muchas de esas páginas las escribió en el Flore o el Deux Magots, sus cafés favoritos, y de los pocos lugares caldeados en París en la dura posguerra.

En 1947, Simone viajó a EEUU para dar unas conferencias y, en Chicago, conoció al escritor Nelson Algren, con el que inició una relación amorosa que duraría hasta 1964, pero que no motivó su ruptura con Sartre. Durante toda su vida, estos dos amantes que nunca vivieron juntos y se trataron siempre de usted, mantuvieron "amores contingentes" mientras consideraban que el suyo era un "amor necesario". En muchas ocasiones, Beauvoir había declarado que su idea de la vida le impedía soportar el mundo si no tenía a personas a las que admirar: Sartre lo era y, en ese sentido, le profesó una lealtad profunda que duró toda su vida. Tras la ruptura con Algren, Simone conoció al comunista Claude Lanzmann, 17 años menos que ella. Tampoco esta relación afectó a su unión con Sartre, con el que formaba pareja como embajadores intelectuales de la izquierda por todo el mundo, apoyando los regímenes comunistas frente al imperialismo norteamericano.

A los 48 años, Simone empezó a escribir su autobiografía, "Memorias de una joven formal", que tendría su continuidad con otras tres entregas: "La fuerza de la edad" (1960), "La fuerza de las cosas" (1963) y "Final de cuentas" (1972), libros que la convirtieron en referente para millones de mujeres, que veían en ella a alguien que había sabido mantener el compromiso con sus propias ideas. Sin embargo, alguno de los estudiosos de la escritora apunta ahora que no siempre mantuvo esa supuesta coherencia.

Cuidó de Sartre hasta la muerte del filósofo

En 1970, Simone de Beauvoir publicó "La vejez", un ensayo sobre cómo los ancianos se habían convertido en una nueva clase de marginados. Tras aquel libro, la escritora se dedicó a cuidar de Sartre, para entonces ya muy enfermo, hasta que el filósofo falleció el 15 de abril de 1980. Un año después, publicó "La ceremonia del adiós", homenaje a su compañero muerto, pero también una descripción pormenorizada de su decadencia física por culpa del abuso del alcohol y las drogas.

El 14 de abril de 1986, ocho horas antes de que se cumpliera el sexto aniversario del fallecimiento de Sartre, moría Simone de Beauvoir. La escritora recibió sepultura en la misma tumba del cementerio de Montparnasse donde descansaba el filósofo. Como en el caso de éste, Beauvoir es actualmente una figura mundial, más respetada en EEUU que en la propia Francia. En el aniversario del centenario de su nacimiento aparecieron diversos libros sobre ella, uno de ellos escrito por Sylvie Le Bon de Beauvoir, a la que la escritora convirtió en su hija adoptiva en el último tramo de su vida.


jueves, 4 de marzo de 2021

Sabino Fernández Campos: Ex secretario y ex jefe de la Casa del Rey


Sabino Fernández Campo nació el 17 de marzo de 1918 en Oviedo (Asturias). Hijo único de un próspero comerciante asturiano, tuvo una infancia apacible y llena de facilidades. Acabado el bachillerato ingresó en la Universidad de Oviedo para cursar Derecho, pero sus estudios se vieron interrumpidos por el estallido de la Guerra Civil, que pasó en el bando nacional tras haberse incorporado voluntario a las milicias de la Falange. Aunque le atraía la diplomacia, acabada la contienda eligió la carrera militar e ingresó en el Cuerpo de Intervención del Ejército, al mismo tiempo que se licenciaba en Derecho y se diplomaba en Economía de guerra. Militar de despacho, fue profesor y jefe de estudios de la Academia de Intervención Militar e interventor de la Casa Militar del general Francisco Franco. Destacó en la supervisión de las industrias de guerra y en la secretaría del Ministerio del Ejército, donde trabó amistad con Alfonso Armada. Casado con Elena Fernández-Vega, el matrimonio tuvo 10 hijos: Elena, Margarita, Cristina, Isabel, Eugenia, María José, Álvaro, Sabino, Luis y Miguel.

Armada le recomendó como secretario del Rey

La falta de estímulos en su carrera militar y su ruptura matrimonial en 1974 -que llevó con enorme discreción dadas sus creencias religiosas- lo empujaron, tras la muerte de Franco, a dar el paso a la vida política. Fue precisamente el general Armada quien lo recomendó a Alfonso Osorio para el puesto de subsecretario de la Presidencia en el primer gobierno de la monarquía, y subsecretario del Ministerio de Información y Turismo en el siguiente gobierno que formó Adolfo Suárez. Armada fue también quien le recomendó para sustituirle como secretario de la Casa del Rey cuando Suárez consiguió que Juan Carlos cesara al general por su manifiesta oposición a la reforma política. Al parecer, también Nicolás Cotoner, marqués de Mondéjar, primer jefe de la Casa del Rey, había sido favorable al nombramiento de Sabino para ser el hombre que durante 16 años iba a ocupar el puesto de hombre de confianza del monarca, su principal consejero y organizador de la agenda de los Reyes. Meticuloso y muy trabajador, durante sus años como secretario general era siempre el primero que llegaba a la oficina y el último que se iba, en unas maratonianas jornadas de trabajo en las que controlaba hasta el último detalle de la vida oficial y familiar de los Monarcas. Cada noche, al llegar al apartamento en el que vivía en el edificio Colón de Madrid, dedicaba un rato a anotar en su diario todo lo que había sucedido durante el día. Nunca permitió que nadie leyera las muchas libretas que rellenó y tampoco sirvieron como apuntes para la publicación de un libro de memorias que le hubiera reportado ganancias millonarias. "Ha habido editoriales que me han dicho que pusiera yo la cantidad en el talón", había explicado Fernández Campo, cuya lealtad al servicio de la Corona nunca encontró precio. "Lo que tiene interés no puede contarse y lo que puede contarse no tiene interés", solía decir este hombre tremendamente conservador en sus ideas, de una despierta inteligencia, irónico, cultivado, algo vanidoso y muy socarrón.

Un "puente" entre la Zarzuela y la Moncloa

Cuando Sabino entró en la Zarzuela como secretario de la Casa del Rey en octubre de 1977 se acababa de aprobar la amnistía que liberaba a los últimos presos políticos de la dictadura, se habían firmado los Pactos de la Moncloa, la Constitución estaba en marcha y el PCE llevaba seis meses legalizado. En ese contexto, Fernández Campo se convirtió en la sombra de un jefe de Estado cuyas tareas todavía no estaban definidas. La perfecta sintonía que consiguió con Adolfo Suárez -su amistad llegó a tal punto que él supo que el presidente iba a dimitir antes que el Rey- le permitió desempeñar a la perfección el papel de "puente" entre la Zarzuela y la Moncloa en los difíciles años de la Transición. Sabino era militar y defensor a ultranza de la unidad de la patria, pero, a diferencia de muchos de sus compañeros de armas, creía en la supremacía de la Constitución. Por eso, en el intento de golpe de estado del 23-F, Fernández Campo y Alfonso Armada -pese a su amistad- estuvieron en bandos completamente diferentes. Aquella noche, Sabino formuló una frase que ha pasado a la historia: "Ni está, ni se le espera". Ésta fue la lacónica pero inequívoca respuesta que le dio al general José Juste, jefe de la División Acorazada Brunete, cuando por teléfono éste le preguntó si el general Armada ya había llegado a la Zarzuela. Según el historiador Andreu Mayayo, el secretario no fue consciente al principio de la trascendencia de su respuesta, pero, cuando colgó, tuvo una corazonada y se fue al despacho del Rey para impedir que el Monarca, que tenía al aparato a Armada, le diera permiso para que el general  golpista se trasladara hasta la Zarzuela para informarse de la situación. Alertado de que de esa forma intentaban relacionar a la Corona con la sublevación, don Juan Carlos ordenó a Armada que se quedara en su puesto y siguió el consejo de Sabino de grabar el mensaje del Rey que se emitió por televisión. Superado aquel momento decisivo para la democracia, Fernández Campo tuvo un papel importante en la educación de don Felipe.

En 1990, tras la jubilación del sempiterno marqués de Mondéjar, Sabino se convirtió en jefe de la Casa de Su Majestad y, dos años más tarde, el Rey le nombró conde de Latores, con Grandeza de España. Pese a ello, el cese estaba cerca. El 8 de enero de 1993, poco antes de cumplir 75 años, durante un almuerzo don Juan Carlos le dijo a la Reina: "Sofía, sabes que Sabino nos deja", Fernández Campo, que se quedó lívido, fue consciente de que el Rey había puesto punto final a su servicio. "Por una puerta salí yo y por la otra entró Mario Conde", había dicho explicando que el cese obedeció a las presiones del ex financiero, que entonces era muy amigo del monarca y quería colocar en el cargo a su amigo, Fernando de Almansa, vizconde y diplomático. Parece ser que también influyó el hecho de que don Juan Carlos, con una imagen ya consolidada tanto en España como en el extranjero, quería dejar de tener un "tutor" como Sabino. Hombre correcto, pero sin pelos en la lengua, Fernández había prevenido directamente al Soberano contra su amistad con Conde y había disentido de cuestiones como la entrevista del Rey a Selina Scott o el libro de Vilallonga. Paralelamente a su cese, Sabino fue nombrado consejero privado vitalicio del monarca aunque, como él explicó, jamás nadie le pidió asesoramiento alguno.

Segunda boda y cuatro hijos fallecidos

En 1994, un año después de que le concedieran el grado de teniente general, falleció Sabino, el primero de los cuatro hijos que han muerto antes que él. Católico practicante, no se casó en segundas nupcias con la periodista María Teresa Álvarez, a la que conocía desde hacía años, hasta haber enviudado, en 1993, de su primera esposa. En los últimos años recibió toda suerte de homenajes, condecoraciones y honores, y se le veía frecuentemente en convocatorias de la vida política, cultural y social. Liberado del corsé de su antiguo cargo, dejó ver su lado más conservador, pero sin perder el respeto: no le gustó la separación de doña Elena ni la promoción profesional de los Duques de Palma en Washington.

Fernández Campo falleció en Madrid el 26 de octubre de 2009, dos semanas después de haber sido operado de una oclusión intestinal. Acababa a los 91 años la vida de quien el Monarca había definido como "queridísimo, leal, fiel colaborador, amigo o jefe".