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jueves, 25 de noviembre de 2021

Eduard Punset: Escritor y divulgador científico

 


Eduard Punset Casals nació el 9 de noviembre de 1936 en Barcelona. Fue uno de los cuatro hijos de un médico rural que, cuando él tenía unos 3 años, se instaló con su familia en el pueblo de Vilella Baixa, en la comarca tarraconense del Priorat. Sus primeros años en esas tierras le marcaron profundamente. "En casa no había muchos besos ni demasiado contacto, pero tuve una infancia muy feliz. Recuerdo cómo trillaban los agricultores, las meriendas, los paseos por el pueblo, los atardeceres... Aprendí a vendimiar, a domesticar lechuzas y gorriones, hablaba con las perdices, me entendía con los roedores del campo y buscaba intestinos de oveja para alimentar a mis lechuzas. Fue una época muy dura porque vivimos la posguerra, pero, gracias a los animales, aprendí qué era la inteligencia emocional", ha explicado en alguna ocasión. Eduard fue un niño muy curioso, dado a hacer preguntas y que se fijaba en la conducta de la gente. Con apenas 8 años le gustaba acompañar a su padre, en las tardes del sábado, en las visitas que el médico hacía al manicomio de VilaSeca-Salou. Precisamente a esta localidad se mudaron cuando él tenía 11 años y allí vio por primera vez el mar. Emocionado con el descubrimiento, no se lo pensó dos veces a la hora de coger una barca y salir a navegar con uno de sus hermanos, lo que disparó las alarmas. "Estábamos tan alucinados con la experiencia que, al ver una barca cerca de nosotros, les saludamos entusiasmados pero, cuando se acercó, vimos que era de la guardia civil. Mi padre me dio unas buenas bofetadas", ha recordado de aquel episodio. También le dejó una fuerte impronta su paso por el colegio de salesianos de Tarragona, donde tenía que ir cada día a misa antes de empezar las clases.

Hizo bachillerato en Estados Unidos

Su padre le envió a estudiar a Madrid y, poco después, obtuvo una beca para hacer bachillerato en Estados Unidos, concretamente en el North Hollywood High School de Los Ángeles. Su experiencia americana fue muy agradable. "En España había mucha represión y allí conocí la auténtica libertad. En la biblioteca leí muchos libros sobre feminismo y contra la xenofobia". También quedó impactado por las camisas de colores, las primeras neveras que veía en su vida y los helados.

A mediados de los 50, volvió a Madrid para cursar la carrera de Derecho en la Universidad Complutense, al tiempo que se afilió al entonces ilegal Partido Comunista, en el que coincidió con Jorge Semprún. Esta militancia clandestina le llevó a pasar miedo muchas veces. Un temor justificado, porque al caer en manos de la policía de entonces no era ninguna tontería. En una ocasión estuvo a punto de ser detenido, pero se libró gracias a llevar encima el pasaporte, que le permitió huir. Desde entonces, siempre lleva ese documento encima.

Casado con la hija de unos psiquiatras

Así fue como se fue a Burdeos (Francia), donde encontró trabajo como "au pair" de un matrimonio de psiquiatras apellidados Bannel, cuya hija mayor se convertiría en su esposa y madre de sus tres hijas: Elsa (escritora y pedagoga de las emociones), Carolina (abogada penalista, especialista en cooperación al desarrollo y concejala de urbanismo en la localidad alicantina de Altea) y Nadia, quienes, a su vez, le han dado cuatro nietas.

Al poco de casarse, Punset y su mujer se marcharon a París, donde él estudió en la Escuela Práctica de Altos Estudios. Después, vivieron en Ginebra (Suiza) y, más tarde, se instalaron en Londres, donde obtuvo un máster en Ciencias Económicas. En 1966, gracias a la mediación de Alberto Oliart, entonces consejero delegado de Renfe, pudo volver a Madrid y cumplir el servicio militar como cabo segundo de Infantería de Marina.

De regreso a Londres, entre 1967 y 1969 fue redactor económico de la BBC y director de la edición para América Latina del semanario "The Economist".

Político durante la Transición española

Después de la muerte del general Franco, fallecido el 20 de noviembre de 1975, Punset volvió a España y entró en la política de la mano de Centristes de Catalunya-UCD, partido por el que fue elegido Conseller de Economía de la Generalitat preautonómica de Catalunya el 19 de octubre de 1978, tras la vuelta del president catalán  Josep Tarradellas. Un año antes, ya había sido Secretario General Técnico del Gobierno de Adolfo Suárez  salido de las primeras elecciones democráticas. El 9 de septiembre del 1980, fue nombrado Ministro de Relaciones para las Comunidades Europeas, puesto que desempeñó hasta el 27 de febrero de 1981.

Tras abandonar la UCD, se presentó como independiente en la candidatura de Convergència i Unió a las elecciones generales, en las que obtuvo un escaño, que abandonó un año después. En 1985, se sumó al partido de Adolfo Suárez, el Centro Democrático y  Social (CDS), en cuyas listas fue elegido eurodiputado en 1987 y 1989, permaneciendo en el Parlamento europeo hasta

1994. Los últimos tres años estuvo como independiente, porque en 1991 se había dado de baja del CDS tras la dimisión de Suárez. Ese mismo año 1991 había creado un nuevo partido, al que llamó Foro y con el que se presentó a las elecciones europeas de 1994. No logró ningún escaño, disolvió el partido en 1995 y dejó la política.

Autor de diversos libros sobre análisis económico, en 1996 los directivos de TVE le pidieron que hiciera un programa de economía, pero él estaba más interesado en hacer uno de ciencia. "Cuando les propuse el nombre de 'Redes', me dijeron que la gente lo confundiría con un programa de pesca. Me costó convencerles de que no había un nombre más apropiado para un programa que buscaba reflejar la inevitable fusión del conocimiento, en lugar de su especialización, a nivel planetario", explica Punset en su página web sobre el espacio que dirige y presenta con notable éxito, demostrando que hablar de ciencia puede ser algo entretenido. Excelente divulgador de temas tan variados y difíciles como el funcionamiento del cerebro, la esperanza de vida, los enigmas de las emociones o la nanotecnología, Punset es también autor de libros sobre estas temáticas, como "El viaje al poder de la mente", "El viaje al amor" o "Excusas para no pensar", de los que ha vendido más de un millón de ejemplares y que le han valido 992.000 seguidores en la red social Facebook. "La gente es infeliz porque se niega a cambiar", asegura este hombre, que también postula: "Sé bondadoso con la gente cuando subas porque los encontrarás a todos cuando bajes".

Además, ha sido colaborador en el programa de Andreu Buenafuente en La Sexta y es director de la revista "Redes para la Ciencia", presidente de la productora audiovisual Smartplanet, profesor de Ciencia, Tecnología y Sociedad en la Universidad Ramón Llull, miembro de los consejos de administración de Sol Meliá y Telvent y ha publicitado un conocido pan de molde.

Cáncer de pulmón

A finales del 2007 le detectaron un cáncer de pulmón que superó tras una operación y quimioterapia. En aquellos momentos en los que se sintió un poco desamparado, le ayudó recordar una de las frases del premio Nobel de Física Heinrich Rohrer, que asegura que "la diferencia entre la vida y la muerte es más difusa de lo que se cree". Dejó su masía ampurdanesa de Fonteta y se instaló en un apartamento con vistas al mar en Pineda de Mar (Barcelona), donde este hombre directo, enérgico y buen conversador, que contaba en su haber con numerosos premios, vivía rodeado de sus libros favoritos y ponía a punto sus ideas. Satisfecho con la vida que llevaba, Punset falleció el 22 de mayo de 2019, a causa del cáncer, a los 82 años.

Earl Silas Tupper: Inventor del Tupperware

 


Earl Silas Tupper nació en 1907 en Berlín, New Hampshire, (Estados Unidos). Fue el hijo de Earnest Leslie, dueño de una pequeña granja, y Lulu Clark, encargada de una casa de huéspedes. Desde muy pequeño, Earl demostró tener una gran imaginación que dejaba estupefactos a familiares y vecinos. A los 10 años descubrió que podía vender muchos más productos de la granja familiar si lo hacía puerta por puerta, llevando directamente el producto al consumidor. Obsesionado por ser millonario, se propuso ganar su primer millón de dólares antes de los 30. Durante el día ejercía como granjero y, por la noche, dibujaba en sus cuadernos los inventos que esperaba patentar: un bote propulsado por peces, un cucurucho de helado que no se vertía o un cinturón con fotos de sus amigas, entre otros.

Tras su graduación en el instituto en 1925, Earl siguió trabajando durante dos años más en los invernaderos de Shirley, Massachussets. A los 20 años dejó de estudiar. encontró trabajo como empleado de correos y, después, en la compañía de ferrocarril y se matriculó en un curso nocturno de enfermería con el objetivo de montar un negocio. Creó la Tupper Tree Doctors y, en 1931, se casó con Marie Whitcomb, con quien tuvo cinco hijos que colmaron de felicidad al matrimonio. A pesar de la Gran Depresión que sufrió el país, el negocio médico y de guarderías que creó se fue consolidando, si bien cinco años más tarde entró en bancarrota.

Obstinado, valiente y seguro de sí mismo

Su optimismo no menguó y desarrolló algunos de sus nuevos inventos. Al ser un hombre obstinado, valiente y seguro de sí mismo, que odiaba la pobreza, trató de venderlos para ganar el suficiente dinero con el que poder mantener a su familia. En 1936 conoció a Bernard Doyle, inventor del viscoloide, un tipo de plástico, que trabajaba en la empresa DuPont. Earl trabajó allí durante un año y adquirió tanta experiencia que, tiempo después, confesaría que "gracias a esta compañía descubrí que mi verdadera educación había empezado".

La industria de plásticos estaba creciendo, así que, en 1938, decidió crear su propia empresa, la Earl S. Tupper Company. Sus primeros productos fueron jaboneras, pitilleras, máscaras de gas y otros artilugios que pudieran ser útiles en la vida cotidiana. Sin embargo, los plásticos tenían fama de ser grasientos, frágiles y malolientes. A lo largo de los años 40 fue puliendo todos estos inconvenientes y durante la guerra se inventó el polietileno, un tipo de plástico con el que Earl empezó a investigar ya que, al principio, se usaba como un método de aislamiento y para la fabricación de radares y equipos médicos. La empresa DuPont creía que ese tipo de plástico no se podía moldear, pero Earl utilizó sus máquinas para crear un sistema que le permitiera hacerlo y, en 1947, patentó el Tupper Seal y el Wonderbowl (tazón maravilla). Éste era un recipiente plástico hermético para llevar comida, aislado del agua y el aire, inspirado en los botes de pintura ya que su cierre se basó en una tapa puesta al revés.

Brownie Wise, la clave de su éxito

Aquel fue el origen del tupperware y sus productos empezaron a comercializarse en tiendas y centros comerciales, aunque con un éxito relativo. No fue hasta 1951 que su invento se popularizó en todo el país gracias a Brownie Wise, una vendedora de Stanley Home Products. Brownie era una mujer menuda y con un gran desparpajo que se dedicó a vender grandes cantidades de productos en reuniones caseras entre amigos, vecinos y familiares. Ella cambió la imagen de la mujer en una sociedad que le relegaba a la cocina sin tener ningún reconocimiento. A Earl le picó la curiosidad por el sistema de trabajo de Brownie y la contrató. Fue tal la revolución que causó, que muchas de sus coetáneas afirmaron años después: "Me causó la impresión de ser una mujer poderosa, por delante de su tiempo" o "liberó e independizó a la mujer de sus ataduras sociales, les dio la oportunidad de poder realizarse".

Reuniones caseras para personas conocidas

Earl fue un genio con el producto y Brownie lo fue con la gente, ya que posicionó el tupperware en la escena internacional. Las amas de casa vieron que los alimentos se conservaban muchísimo mejor que en el papel de cera o con los paños húmedos. Así que, de la noche a la mañana, miles de mujeres formaron reuniones caseras para vender estos productos de plástico a sus más allegados. Las ventas fueron millonarias y Earl dividió su empresa en dos, nombrando a Brownie vicepresidenta de la Tupperware Home Products. Earl era perfeccionista, reservado, sin don de gentes, siempre estaba inventando objetos y su vida estaba centrada en el trabajo, unas cualidades que se complementaban con la personalidad extrovertida de Brownie. Eran la pareja perfecta pero, de repente, tras una agria pelea y sin dar explicaciones públicas, en 1958 Earl despidió a la mujer que le había hecho ganar una fortuna. Meses después, vendió la empresa a Rexall Corporation por 16 millones de dólares de la época. A los 51 años decidió cambiar de vida. Se jubiló, se divorció de su mujer, se mudó a Costa Rica donde compró una isla y dejó de ser ciudadano americano para no pagar impuestos. 

Pesca, paseos y la compañía de sus nietos

En la tranquilidad de su nuevo hogar, continuó dibujando en su libreta nuevos inventos, que jamás llegó a patentar. Earl decidió tener una vida solitaria, se dedicaba a pescar, a pasear por la playa, a contemplar los atardeceres y pasaba, de tanto en tanto, algunas temporadas con sus hijos y nietos, a los que dejó gran parte de su fortuna. A los 71 años, escribió en el borrador de su autobiografía que "aún tengo ganas de seguir haciendo cosas porque de esta manera los viejos no parecemos inútiles o estúpidos". En 1983 falleció de un ataque al corazón en San José de Costa Rica. Un año más tarde su patente caducó, la Tupperware Corporation fue comprada por otras empresas y, en 1996, se convirtió en una compañía independiente con unas ventas de 760.000 millones de euros anuales. Actualmente, los Tupper están en todos los hogares del mundo, se usan para almacenar, congelar o refrigerar comidas e, incluso, para cocinar al microondas.


viernes, 23 de julio de 2021

Eva Perón: La mujer que fue venerada en Argentina

 


María Eva Duarte nació el 7 de junio de 1919 en Los Toldos, una aldea remota de la Pampa argentina. Fue la hija bastarda de Juan Duarte, un ganadero casado y padre de familia que, años antes, se había amancebado con Juana Ibarguren, una cocinera con la que tuvo cinco hijos. A diferencia de sus hermanos, Eva no fue reconocida, pero siempre usó el apellido de su padre, que murió cuando era niña.

A los 7 años empezó a trabajar como criada. Su madre se volvió a emparejar y la familia se trasladó a Junín. No se quedaría allí mucho tiempo y a los 14 años se fugó a Buenos Aires con Agustín Magaldi, un cantante de tangos. No duraron juntos mucho y tuvo que buscarse la vida. Poco agraciada y sin dotes de actriz, posó en sesiones casi pornográficas, fue bailarina de pago en salones, actuó en tugurios y tuvo sucesivos amantes, a la espera de que uno se encaprichara definitivamente con ella. A principios de los 40, un fabricante de jabones la colocó en la radio. Tres años después, un aborto carnicero estuvo a punto de matarla y la dejó sin poder tener hijos.

Dispuesta a cualquier cosa por salir de la miseria, su encuentro con Juan Domingo Perón en un acto benéfico por las víctimas de un terremoto en enero de 1944 le dio la posibilidad de cumplir sus sueños más allá de lo que nunca hubiera imaginado. Se las arregló para acercarse a la mesa donde estaba aquel coronel de 48 años, con un estilo populista al que se le auguraba una brillante carrera política, y desplegó todos sus encantos hasta seducirlo. Pasaron juntos aquella noche y no volvieron a separarse, naciendo una leyenda que les sobreviviría.

La casi analfabeta se convirtió en primera dama

Llevaban un año juntos para escándalo de las mojigatas esposas de los otros oficiales cuando Perón fue depuesto y deportado a la isla de Martín García. Mujer de mucho carácter y con contactos en los medios de comunicación, Eva convocó una macromanifestación en apoyo de su amante. Ocho días después, Perón salió libre. Estaba tan agradecido a Eva, que se casó con ella poco después. No tuvieron luna de miel porque los dos estaban entregados a preparar las elecciones que, en febrero de 1946, convirtieron a Perón en presidente. Así fue como la casi analfabeta, pero visceral e inteligente Eva se convirtió en primera dama y se fueron a vivir a Los Olivos, residencia presidencial. Fascinada con él, Eva se entregó en cuerpo y alma al hombre y al político. Partidario de Mussolini, Perón subió al poder con un programa político populista, pero no democrático. El peronismo introdujo reformas importantes en un país donde las clases trabajadoras eran esclavos: fijó salarios mínimos, cuatro semanas de vacaciones, permisos por enfermedad...

Una fundación con la que repartía ayuda

En la otra cara de la moneda, no había libertad y se encarcelaba a los opositores. En la política de Perón, Evita jugó un papel importantísimo. Decidida a no jugar el papel de primera dama «florero», contribuyó activamente a que la figura de Perón se convirtiera en un mito. Aunque no tenía ningún cargo público, Evita hizo una actividad social paralela al Gobierno y, sobre todo, una campaña de concienciación de las clases obreras y campesinas. Poseía una sabiduría  innata para despertar la pasión y la esperanza entre los más desheredados. Una legión de personas pobrísimas, pero con derecho a voto era donde ella creía que radicaba la fuerza política de Juan Domingo Perón. Controló radios y periódicos, puso a familiares en puestos clave del Estado, tejió su propia red de informadores en los ministerios y, sobre todo, se ganó el favor del pueblo a través de la Fundación de Ayuda Social que llevaba su nombre. La coyuntura económica en Argentina era buena entonces, porque vendía carne y trigo a la Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial. La fundación de Evita recibía ingentes cantidades de dinero, con el que abrió hospitales, orfanatos, escuelas y asilos y atendió las necesidades que la gente le exponía personalmente: igual les compraba una máquina de coser, como regalaba una dentadura postiza o daba zapatos, cazuelas, medicamentos o colchones. Un despliegue de ayuda que Eva Perón repartía vestida con abrigos de visón y cargada de joyas. «Un día, ustedes también tendrán cosas como éstas», les decía a sus «descamisados» y ellos la creían porque la veían como un modelo. A medida que crecía su fama, Evita era cada vez más rubia, un color de pelo mal visto en aquella época. Algo que le tenía sin cuidado a alguien que, con su influencia, ayudó a legalizar el voto femenino, la ley del divorcio y el reconocimiento de los hijos naturales, una causa que le conmovía.

Tras acompañar a Perón en un viaje oficial de dos meses por Europa, en el que adoptó el moño que tanto la ha caracterizado, Evita volvió a su agotadora agenda de trabajo de 18 horas diarias que acabaría por pasarle factura. A finales de 1949, los médicos le detectaron un cáncer de cuello de útero y le sugirieron operarse pero ella se negó. Había entrado en una etapa tan loca, que creía que la enfermedad era una maniobra de sus enemigos para eliminarla. El tumor siguió su curso y durante dos años Evita, que siguió con su ritmo frenético, se fajó el cuerpo para controlar las hemorragias y apenas comía.

Consciente de que era un valor político de enorme calado, Evita le propuso a su marido presentarse como vicepresidenta en las siguientes elecciones, pero Perón, que se había distanciado de ella por celos a la leyenda épica que significaba su mujer, se negó en redondo. El 22 de agosto de 1951, miles de «descamisados» se manifestaron reclamando que su líder fuera vicepresidenta. Ella estaba dispuesta a aceptar el reto, pero 10 días después tuvo que negarse. Primero, porque los militares amenazaban con un golpe de Estado y, segundo, porque los médicos no le daban muchos meses de vida.

El macabro periplo de un cadáver embalsamado

Operada el 6 de noviembre, seis días después le llevaron una urna hasta su habitación para que votara en las elecciones presidenciales. Perón volvió a ganar y Evita, pese a que sufría terribles dolores, no quiso perderse la jura del cargo. Escondió su extrema delgadez bajo un abrigo de pieles y se mantuvo de pie en el coche presidencial gracias a unos anclajes. Aquella sería su última aparición en público. Víctima de una agonía extremadamente dolorosa, las afueras de su casa se llenaron de personas que velaron las últimas horas de Evita, que falleció el 26 de julio de 1952.

Horas después, un médico español, Pedro Ara Sarría, se encargó de embalsamar el cadáver de la primera dama argentina, que fue vestida, peinada y maquillada para ser colocada en el ataúd con tapa de cristal en el que fue exhibido. Por su capilla ardiente, pasaron medio millón de personas y el 9 de agosto se celebró un multitudinario funeral.

Tras la muerte de Evita, Perón fue perdiendo poder hasta que el 20 de septiembre de 1955 los militares lo depusieron por las armas y robaron el cuerpo de Evita para hacerlo desaparecer. Sus restos mortales iniciaron un macabro periplo a la espera de encontrar un lugar secreto donde enterrarlo, mientras que los peronistas intentaban dar con el cadáver. No sería hasta 1976, después de haber pasado años en Milán y Madrid, cuando recibiría definitiva sepultura en el cementerio bonaerense de la Recoleta. Tras su muerte, la figura de Evita ha sido la protagonista de obras de teatro, películas y libros, pero fue sobre todo el musical «Evita», con Madonna, lo que la convirtió en un ídolo mundial.

miércoles, 16 de junio de 2021

Emilia Pardo Bazán: Gran escritora y periodista gallega

 


Emilia Pardo Bazán y de la Rúa nació el 16 de septiembre de 1851 en A Coruña. Fue hija única de José Pardo Bazán y Mosquera y de Amalia de la Rúa Figueroa y Somoza, un matrimonio noble de talante liberal, propietario de un caserío en Sanxenxo y del pazo de Meirás. Aleccionada por sus padres, Emilia se aficionó a la lectura desde muy pequeña gracias a la imponente biblioteca familiar. A los 8 años, escribió sus primeros versos y, a los 15, su primer cuento, "Un matrimonio del siglo XIX", que sería el primero de los 600 que publicaría a lo largo de su vida.

Don José Pardo Bazán era abogado y político, por lo que pasaban los inviernos en Madrid, donde Emilia completó su educación en un elegante colegio francés. Su carácter rebelde y feminista empezó a mostrarse a los 12 años cuando jugaba indistintamente con juguetes de niño o de niña y se negaba a recibir las típicas clases de música y piano.

Tenía solo 16 años cuando se casó con José Quiroga, un estudiante de Derecho cuatro años mayor que ella y perteneciente a una familia pudiente venida a menos de Carballino (Ourense). La boda se celebró en la capilla del pazo de Meirás el 10 de julio de 1868, un año que Emilia definió como clave en su vida: "Me vestí de largo, me casé y estalló la Revolución". Tras el enlace, la pareja se instaló en Madrid, donde también vivía su padre. Pero éste, que había sido carlista, tuvo graves discrepancias con los nuevos gobernantes de la Revolución Liberal y, en 1873 decidió abandonar España junto al joven matrimonio. En aquel viaje a caballo entre el autoexilio y el turismo cultural pasaron largas temporadas en Francia, Gran Bretaña, Italia y Alemania. Emilia aprendió inglés y alemán, sin profesor, para poder leer en el idioma original a los principales autores de cada país que recorría.

Madre de tres hijos: Jaime, Blanca y Carmen

En 1876, nació su primer hijo, Jaime, a quien le dedicaría su único libro de poemas. En 1879, llegó Blanca, su segunda hija, justo antes de publicar su primera novela, "Pascual López, autobiografía de un estudiante de medicina", que no era su género preferido. En 1881 nació su tercer hijo, Carmen. Enérgica, poco femenina al uso y amante de la polémica, al año siguiente empezó a escribir una serie de artículos que se reunieron posteriormente en un libro titulado "La cuestión palpitante". Trataba temas tabú como el alcoholismo, la prostitución, el incesto, la defensa del amor libre o la educación como camino para la liberación de la mujer. Su publicación fue un escándalo de tal magnitud que su marido le exigió que se retractara de sus ideas y dejara de escribir. La respuesta de Emilia fue enviar a su esposo a freír espárragos y, dos años después se separó de él. Nunca llegó a divorciarse por sus convicciones católicas, pero, por si a alguien le había quedado dudas de las causas de la ruptura, aquel mismo año publicó "La ama joven", libro sobre las crisis matrimoniales. Sus hijos se quedaron con ella, viviendo a caballo entre Madrid y A Coruña.

"Los pazos de Ulloa", su obra maestra

"Los pazos de Ulloa", su obra maestra, se publicó en 1886. Era su quinta novela y en ella describió con toda rudeza la decadencia de la aristocracia gallega. Empeñada en "vivir de mi trabajo", lo lograría con creces. Prácticamente, escribiría un libro por año además de dirigir y colaborar en diferentes revistas y periódicos de la época con artículos de viajes, ensayos y cuentos. También escribió obras de teatro y, en 1906, estrenó en Madrid la obra "Verdad y cuesta abajo", aunque con poco éxito.

Emilia nunca había estado realmente enamorada de su marido y el suyo había sido un matrimonio de conveniencia. Viajaba mucho sola, estuvo de corresponsal en Roma y París para el periódico "El Imparcial" y pronto empezó a tener relaciones extramatrimoniales con otros escritores populares de la época. Por su lecho pasaron desde Blasco Ibáñez a los, por entonces jóvenes, Lázaro Galdiano y Narcís Oller. Emilia, que no era agraciada físicamente, estaba en boca de toda la sociedad coruñesa con comentarios "a veces muy descarnados y, en más de una ocasión, llegarían al marido miradas burlonas y conmiserativas, comentarios en voz baja que cuestionaban su honor y hasta su virilidad", escribe Eva Acosta en su libro "La luz de la batalla" (Ed. Lumen), una reciente biografía sobre la autora gallega. José Quiroga se dedicó a la política y llegó a ser presidente del Círculo de Artesanos, pero nunca pasó de ser el marido consorte de esa mujer de personalidad arrolladora. Murió en 1912 en su pueblo natal.

Benito Pérez Galdós, el gran amor de su vida


El gran y verdadero amor de Emilia fue Benito Pérez Galdós, nueve años mayor que ella y que nunca se llegó a casar. Ambos se convirtieron en ardorosos amantes, primero en encuentros clandestinos, después en un viaje secreto por media Europa que acabaría reflejándose en sus respectivas obras literarias. Su relación, basada en la mutua admiración, duró 20 años, aunque durante este tiempo ambos tuvieron otros amantes esporádicos.


Condesa, asesora de educación y catedrática


En 1890, murió el padre de Emilia, al que ella adoraba y del que heredó el título de condesa de Pardo Bazán si bien no lo usaría hasta 1908, cuando el rey Alfonso XII se lo entregó por su méritos literarios y su reconocida labor cultural y social. En 1910, fue nombrada consejera del Ministerio de Instrucción Pública y, posteriormente, catedrática de Literatura Contemporánea en la Universidad Central, siendo la primera mujer en ocupar estos cargos aunque, tal y como era la sociedad de aquella época, acabó dando clases a un solo alumno. Otra de sus muchas espinas clavadas fue que nunca consiguió entrar en la Real Academia Española. Sus colegas de profesión se negaron, hasta en tres ocasiones, a admitir a una mujer en la institución y, menos aún, con su feminismo militante: "No sirven para nada unas leyes que permiten a la mujer estudiar una carrera y luego no ejercerla", argumentó ella con toda la razón. De hechono sería hasta 1978 cuando una mujer pudiera sentarse en un sillón de la academia encargada de "fijar y dar esplendor" a la lengua castellana. Y ello, pese a que fue, junto a Benito Pérez Galdós, José María de Pereda y Leopoldo Alas "Clarín", la escritora más leída de la época. Los dos últimos la despreciaban. Clarín no podía soportar que le compararan intelectualmente con una mujer -y que ella vendiera más libros que él- y la llegó a llamar "esa puta" en una carta a Galdós. También Pereda se refería a la obra de Emilia como "pornográfica", y tanto los partidos políticos como la Iglesia se escandalizaban por sus obras y por su conducta ante los hombres, que calificaban de inmoral y promiscua.


Enterrada en la cripta de la Concepción de Madrid


Su madre, doña Amalia, falleció en 1915. Ella se había encargado siempre de la administración y gestión de la casa para que su hija se dedicara en cuerpo y alma a la literatura. Emilia no le sobrevivió mucho. Padecía diabetes y una complicación acabó con su vida el 12 de mayo de 1921 cuando, a los 70 años, seguía escribiendo con el mismo ímpetu que puso en sus primeros poemas de adolescente. El día fue considerado "duelo de estado", siendo enterrada en la cripta de la iglesia de la Concepción de Madrid. Dejó 41 novelas, siete dramas, cientos de ensayos, casi 600 cuentos... y dos libros de cocina.