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sábado, 20 de noviembre de 2021

Alan Turing: Precursor de la informática moderna

 


Alan Turing nació el 23 de junio de 1912 en Londres (Gran Bretaña), pero fue concebido en Chatrapur, estado indio en el que su padre, el funcionario inglés Julius Mathison Turing, estaba destinado y donde vivía con su esposa, Ethel Sara Stoney. En Chatrapur pasó Turing, junto con su hermano mayor, John, los primeros años de su vida. Siendo muy pequeño, ya destacó por su inteligencia: aprendió a leer en tres semanas y se mostraba muy interesado por los números y los rompecabezas. La familia volvió a Gran Bretaña y, a los 6 años, el niño empezó su etapa escolar en el colegio Hazelhurst, donde dejó estupefactos a sus profesores por los conocimientos que poseía y la facilidad con que aprendía. Cuando le enseñaron a sacar la raíz cuadrada de un número, él solo dedujo cómo encontrar la raíz cúbica.

El duro golpe de la muerte de su primer amor

En 1926, cuando tenía 14 años, sus padres lo matricularon en la Sherborne School, una prestigiosa escuela-internado de Dorset. Como el primer día de curso coincidía con una huelga general, a Alan le dijeron que no podría trasladarse hasta el centro porque no habría transporte público. Pero como sus deseos de asistir a clase eran tan grandes, no dudó en recorrer en bicicleta los 95 kilometros que separaban su casa de la escuela, lo que le obligó a pasar una noche en una posada. Los periódicos de la época se hicieron eco de su tenacidad. En la nueva escuela, demostró un interés especial por las matemáticas y la ciencia y, a los 16 años, ya comprendía los planteamientos de Albert Einstein. Esto no fue del agrado de sus profesores, más partidarios de estudiar a los científicos "clásicos", pero, a pesar de ello, los responsables del centro reconocían que Turing tenía unas dotes muy por encima de lo normal.

En febrero de 1930, cuando tenía sólo 17 años, la vida le dio un duro golpe ya que Christopher Morcom, un compañero de clase de quien se había enamorado, murió de forma súbita tras contraer tuberculosis bovina a consecuencia de haber bebido leche de una vaca infectada. Esa pérdida hizo añicos la fe religiosa del joven, que se volvió ateo y estaba convencido de que todos los fenómenos, incluido el funcionamiento del cerebro humano, eran procesos materiales.

Terminados sus estudios en Sherborne, Turing aspiraba a entrar en el Trinity College de Londres, pero su falta de interés por los clásicos le hizo suspender los exámenes finales y acabó ingresando en el King's College, en Cambridge. Fue un estudiante solitario que mantenía relaciones sentimentales esporádicas con alguno de sus compañeros. Su historia con James Atkins, al que Alan comparaba con el desaparecido Christopher, fue la que duró más tiempo.

Turing se licenció en Matemáticas en 1934 y le ofrecieron un trabajo como profesor en el mismo King's College. Paralelamente, inició sus investigaciones sobre el "problema de decisión", una cuestión clave de las matemáticas que logró solventar y cuyas conclusiones publicó en 1936, en un estudio titulado "Sobre los números computables". Con ese trabajo sentó las bases teóricas de un cerebro electrónico capaz de ejecutar todas las operaciones matemáticas resolubles. Es decir, acababa de inventar la idea del ordenador. Con un aparato al que llamó "la máquina de Turing" creó el concepto de algoritmo computacional, que es la base del funcionamiento de todos los ordenadores actuales, y todavía hoy, tantas décadas después, es el objeto central de estudio en la teoría de la computación.

Espía durante la II Guerra Mundial


Tras dos años haciendo un doctorado en la Universidad de Princeton y trabajando con Alfonzo Church, toda una eminencia en Lógica, Turing volvió a Cambridge, donde asistió a las clases de Ludwig Wittgenstein, con el que chocó abiertamente por la diferente visión de las matemáticas que ambos tenían. Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, fue reclutado por los servicios de inteligencia británicos para que descifrara los códigos secretos con los que se comunicaba el ejército nazi. Trabajó en Bletchlay Park, la célebre instalación militar, y casi en solitario logró descubrir cómo funcionaba Enigma, la máquina encriptadora creada por los alemanes, y, con sólo 28 años, diseñó la suya propia, Bombe, capaz de romper los códigos de Enigma y permitir a los aliados anticipar los ataques nazis. Su colaboración con los servicios de inteligencia no se ha conocido hasta ahora, coincidiendo con los 100 años de su nacimiento.


Máscara antigás contra su alergia al polen


En Bletchley Park, Alan dio muestras de su excéntrico carácter: combatía su alergia al polen primaveral llevando una máscara antigás y encadenaba su taza de café al radiador porque estaba convencido de que se la robarían. Cuando estaba desanimado, abrazaba su oso de peluche; aseguraba que su película favorita era "Blancanieves y los 7 enanitos" (1938) y había días en los que ni se vestía, poniéndose el abrigo sobre el pijama si tenía que salir al exterior. Apasionado por el deporte, le gustaba salir a correr porque le ayudaba a pensar, y participó en diversos maratones. En los años en los que trabajó para los servicios de inteligencia, inició un noviazgo con la matemática Joan Clarke, a quien le reveló su homosexualidad. Ella no creyó que eso fuera un impedimento para casarse pero, finalmente, fue el científico quien rompió la relación.


Acabada la guerra, Turing comenzó a trabajar en el Laboratorio Nacional de Física hasta que fue nombrado director de computación de la Universidad de Manchester, donde desarrolló el "software" del Manchester Mark I, uno de los primeros ordenadores que se comercializó. En 1950 publicó el artículo "Máquinas de computación e inteligencia" donde concibió el Test de Turing, base de los partidarios de la inteligencia artificial y la robótica. Ese test intenta probar que si una máquina se comporta en todos los aspectos como inteligente, es inteligente, e, incluso, sensible. Aunque ninguna máquina ha podido superar el Test de Turing, éste tiene actualmente aplicaciones como la detección de "spam" ("mails" basura).


En enero de 1952, Turing conoció en un cine de Manchester a Arnold Murray, un joven de 19 años. Congeniaron e iniciaron un romance que terminó cuando Alan descubrió que Arnold había pagado a un cómplice para que robara en la vivienda del científico. Denunció los hechos y, durante la investigación, tuvo que reconocer su homosexualidad, que entonces era un delito en Gran Bretaña. Como condena le permitieron elegir entre un año de prisión o someterse a un tratamiento hormonal destinado a reducir su líbido. El matemático eligió la castración química y, durante un año, le inyectaron estrógenos que le hicieron crecer pechos, aumentar de peso y le dejaron impotente.


Muerto al morder una manzana envenenada


Sus problemas con la justicia provocaron que el gobierno británico le prohibiera trabajar para sus departamentos. Cada vez más deprimido y solo, Turing centró sus estudios en la Biomatemática, pero el 8 de junio de 1954 su empleada doméstica encontró el cuerpo sin vida del científico, que tenía 41 años. La autopsia reveló que había muerto por envenenamiento con cianuro y la investigación concluyó que se trataba de un suicidio ya que se encontró una manzana mordida cerca del cadáver de Turing, a la que, al parecer, él mismo habría inyectado la sustancia letal. No obstante, la madre del matemático siempre creyó que se trató de un accidente por el poco cuidado de su hijo con los productos químicos con los que experimentaba.


Tras su muerte, el considerado padre de la informática actual recibió numerosos reconocimientos por parte de sus colegas y, en 1966, se constituyeron los Premios Turing, galardón anual que podría equipararse al Nobel en el campo de la informática. En el 2009, el entonces primer ministro de Gran Bretaña, Gordon Brown, pidió públicamente disculpas por el trato que se le había dispensado al insigne científico.


Hollywood ha realizado una película sobre el matemático, protagonizada por Leonardo di Caprio.