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martes, 4 de enero de 2022

Chicho Ibáñez Serrador: El creador del mítico "Un, dos, tres"

 


Narciso Ibañez Serrador nació el 4 de julio de 1935 en Montevideo (Uruguay), ciudad donde sus padres -los actores Narciso Ibáñez Menta y Pepita Serrador- actuaban en el transcurso de una gira artística. Cinco generaciones de artistas precedieron su nacimiento. Su madre volvió a escena al poco del parto por lo que, casi desde recién nacido, Chicho quedó al cuidado de Antonia de Forno, mujer que siguió a las órdenes de Pepita Serrador cuando se separó de su marido. Chicho tenía entonces 4 años. También le cuidó su abuelo paterno, un personaje ingenioso, divertido e imaginativo.

Creció en un entorno de intelectuales españoles exiliados y su infancia no fue la de un niño normal. Enfermo de púrpura hemorrágica, una especie de hemofilia, no podía jugar ni pelearse porque cualquier pequeño golpe podía provocarle una gravísima hemorragia interna. Así que desarrolló otras capacidades y encontró en la lectura un refugio privilegiado y una forma de superar sus limitaciones. A los cinco años, leía a Emilio Salgari y, a los ocho, a Edgar Allan Poe, cuyas historias de terror no le causaban miedo alguno.

Su madre, una mujer que marcó su carácter

La personalidad de Chicho estuvo marcada por la figura de su madre, una mujer hermosa, de carácter muy fuerte y duro que hizo de padre y madre para él. "Mi madre me lo dio todo. Con ella aprendí a apreciar las cosas, a saber leer, a saber volver a los sitios donde se ha estado. Era inteligente y cultísima. Sus amigos eran Jacinto Benavente, Ortega y Gasset y Baroja. Escribía para el "ABC" y para "La Nación" y "La Prensa", en Argentina", explicaba Chicho de esta mujer que falleció a los 51 años tras ser mal diagnosticada.

"Tuve muy poca infancia", decía de aquellos primeros años que transcurrieron entre tertulias, viajes e inseguridad económica. Igual disponían de mucho dinero como no tenían para comprar alimentos básicos. "La cantidad de dinero que debes tener es la que te permita decir no, es la única forma de comprar tu libertad", le decían sus padres.

En 1947, cuando tenía 12 años, se instaló con su madre en España. Para entonces era un adolescente tan tímido que tartamudeaba, pero aprendió a camuflar sus problemas de dicción hablando despacio. Por sí mismo llegó a la conclusión de que, o vencía la timidez y el miedo al mundo, o el mundo le comería a él. A los 16 años, curado de su enfermedad, se lanzó a una vida de aventuras. "En Mallorca me enamoré de una muchacha que se llamaba Magdalena Alomar, hija de diplomático que vivían en El Cairo. Fui a su cumpleaños. No le llevé ningún regalo porque le prometí que algún día le llevaría rosas a El Cairo. Fue de esos amores que ni te besas ni te coges la mano, pero dejan un recuerdo imborrable". Al poco, se enroló en un mercante turco, con el que recorrió el Mediterráneo.

Un "cuentacuentos" en El Cairo

Cuando llegó a El Cairo, se dio cuenta de que había iniciado aquella singladura más para hacer realidad sus sueños infantiles de ver mundo que por Magdalena. En la capital egipcia se convirtió en un "cuentacuentos" que explicaba historias en francés por los cabarets y, sin conocer la ciudad, ejerció de guía turístico. Luego, se fue a Tánger, donde trabajó como fotógrafo de chicas en biquini. Estas fotos para calendarios se enviaban a España por lancha con artículos de estraperlo, como camisas, medias o tabaco rubio americano.

Pasado un tiempo, regresó a España e ingresó en la compañía de su madre donde pasó por todos los puestos técnicos y artísticos: maquinista, electricista, apuntador, escenógrafo, regidor, director... Debutó como actor en 1954 con la obra "Filomena Marturano" y en los siguientes tres años representó hasta 34 títulos. Se inició como director en el teatro Windsor de Barcelona con "El zoo de cristal", de Tennessee Williams, autor al que conocía porque era amigo de su madre. También escribió novelas radiofónicas y, en 1957, estrenó su primera comedia, "Obsesión", que firmó como Luis Peñafiel, seudónimo que correspondía a su tercer nombre y su cuarto apellido.

En 1958, Chicho se fue a Buenos Aires, donde residía su padre, para representar como actor "Ornifle" de Jean Anouilh, y "El amor de los cuatro coroneles", de Peter Ustinov. En la capital argentina empezó a trabajar en televisión, un medio recién nacido que él había visto por primera vez en la ciudad brasileña de Recife.

Boda religiosa con una "miss" argentina


En Argentina escribió y dirigió programas de televisión de todo tipo, consiguiendo éxitos y premios por espacios como "Los Premios Nobel", "Obras maestras del terror", "Cuentos para mayores", "Zarzuelas de ayer y hoy" o "España y su teatro", un ciclo que supuso el debut en televisión de la actriz catalana Margarita Xirgu, gran amiga de la familia y a la que Chicho siempre consideró una figura irrepetible del teatro. En aquellos años, Ibáñez Serrador llegó a tener a su cargo hasta cuatro programas semanales. También entonces conoció a Adriana Gardiazábal, una joven "miss" argentina de la que se enamoró. Tras un cortísimo noviazgo se casaron, pero muy pronto se dieron cuenta de que había sido un error y acabaron divorciándose, en 1961, sin haber tenido hijos.


En 1963, regresó a España y volvió a los escenarios teatrales con "Aprobado en inocencia", comedia que ya había representado en Argentina y que estuvo cuatro años en cartel en el madrileño Teatro Lara. Al año siguiente de su vuelta, entró en TVE, que, en 1963, produjo sus famosas "Historias para no dormir", una espléndida serie de 13 programas que combinaba el terror efectista, el suspense, la ciencia-ficción y las referencias a los clásicos del género en la literatura y el cine. Imaginativos y excelentemente resueltos, fueron el primer gran éxito de Ibáñez. El capítulo "El asfalto", con Narciso Ibáñez Menta, Fiorella Faltoyano y Joaquín Dicenta en los principales papeles, fue uno de los mejores episodios y, en 1967, fue premiado con la Ninfa de Oro del Festival de Montecarlo, certamen en el que "El diablo sobre ruedas", de Steven Spielberg, quedó segundo.


Obsesivo, perfeccionista y adicto al trabajo

A raíz del éxito, Chicho fue nombrado, en 1968, director de Programas para el Exterior de Televisión Española y, en 1969, se estrenó como director de cine con la película "La residencia", protagonizada por Lilli Palmer. "Cuando se estrenó tenía tal incertidumbre que me escondí en un retrete", decía este hombre que se autorretrataba como un obsesivo del perfeccionismo y un adicto al trabajo. "Cuando no trabajo, pienso en hacerlo compulsivamente o empiezo a ponerme malo y a desear meterme en la cama, que es un síntoma de depresión. Soy sensible a estados depresivos, el trabajo me mantiene vivo y, cuando no tengo nada que hacer, me lo busco, porque es como si se acabara el mundo", contaba este barbudo hiperactivo que no dejaba de pensar ni un minuto.

Viajero incansable, Chicho alternó el trabajo con sus viajes: visitó la mayoría de los países europeos, recorrió el norte de Africa, India, Tailandia, Camboya y Birmania. Residió una temporada en Hong Kong, donde hizo un documental para le BBC. Entró en la China comunista y fue testigo, en Saigón, de la guerra de Vietnam. Logró llegar hasta un monasterio en la frontera de Nepal y Tíbet y convivió un tiempo con una congregación de lamas.

A principios de los 70, TVE le encargó a Chicho poner en marcha un concurso inspirándose en uno que había hecho en Argentina, Chicho creó "Un, dos, tres... responda otra vez", uno de los programas de más éxito de la historia de la televisión. Basando su estructura en combinar juegos de preguntas, de habilidad y psicológicos, en enero de 1972 se emitió el primer programa en el que todavía no había un tema central, ni actores, ni prácticamente decorado. Presentado por el peruano Kiko Ledgard, las mejores bazas del programa eran la amenaza de la calabaza, el premio gordo del coche, las minifaldas de las azafatas y Don Cicuta, un personaje contrario a los concursantes que interpretaba Valentín Tornos. En esa primera edición del "Un, dos, tres" se emitieron 83 programas con audiencias de 23 millones de personas.

Dos hijos con una azafata del "Un, dos, tres"

En el ámbito personal, el programa fue importantísimo para Chicho, ya que se enamoró de una de las azafatas (apenas duró un par de semanas como tal), la venezolana Diana Nauta, de 20 años, con la que se casó el 14 de noviembre de 1974 y tuvo dos hijos: Pepita, nacida en 1977, y Alejandro Narciso, que vino al mundo en 1980. 

Antes, en 1976, Chicho estrenó su segunda película, "¿Quién puede matar a un niño?" y volvió con la segunda entrega de "Un, dos, tres", nuevamente con Kiko Ledgard como presentador y en la que destacaba la jovencísima Victoria Abril como azafata. La enorme popularidad del programa fue un trampolín a la fama para muchos de los que participaron en esas primeras dos ediciones y en las que se sucederían en los 22 años que, con intervalos de descanso estaría el programa en antena. Fue el caso de Mayra Gómez Kemp, Bigote Arrocet, Raúl Sénder, las hermanas Hurtado (Las Tacañonas), el Dúo Sacapuntas, Juan Tamarit, Silvia Marsó, Beatriz Carvajal, Lydia Bosch, Miriam Díaz Aroca, Jordi Estadella, Fedra Lorente (La Bombi), Nina, Arévalo o María Casal, entre otros. Durante 1981 y 1982 (año en que también se emitió la segunda edición de "Historias para no dormir"), Chicho hizo "Mis terrores favoritos", programa donde presentaba con maestría películas de suspense.

Fórmula exportada a otras televisiones


Cuando el concurso estrella de TVE (que contaba con un presupuesto semanal de siete u ocho millones de pesetas) iba por su tercera temporada, se empezó a vender el formato a otras televisiones, al tiempo que llovían los premios y se introducían pequeños cambios para renovarlo sin cambiarlo. La última edición del concurso fue en 1993, con Josep María Bachs como presentador. Ese mismo año se supo que Chicho y su mujer llevaban varios años separados. Una separación en la intimidad, de la que pocos sabían, porque Diana acompañaba a su marido a muchos actos públicos. Chicho cenaba en la casa, pero trabajaba y dormía en el estudio, situado en un piso superior del inmueble del domicilio familiar.


En 1988, durante una de las épocas de descanso de "Un, dos, tres", Chicho volvió a triunfar con "Waku Waku", un programa sobre animales cuya primera edición presentó Consuelo García Berlanga y, la segunda, Nuria Roca. En el programa concursaban famosos que donaban sus ganancias a asociaciones y ONG. En 1990, Chicho puso en marcha otro programa que supuso un gran atrevimiento y marcó un hito en la historia de TVE. Presentado por la psicóloga Elena Ochoa, "Hablemos de sexo" se convirtió en el primer programa de información y divulgación sexológica de la cadena pública. El espacio consiguió tal éxito que tuvo su secuela: "Luz roja", también presentado por Elena Ochoa, con la que se rumoreó que Chicho mantenía un idilio. Nada cierto, ya que en el corazón del realizador había entrado una joven farmacéutica 30 años menor que él, Lorena Martínez, con la que se casó en 1993.


Otro de los programas que causó impacto fue "El semáforo", que presentaban Jordi Estadella y Marlene Mourreau y donde cualquier persona podía participar haciendo lo que quisiera con la única condición de someterse al juicio del público. "Resultó un experimento fascinante, desconcertante", decía Chicho de un  programa que fue antesala de otros posteriores donde la gente de a pie se convierte en protagonista.


Un regreso que no tuvo el favor del público


Con algunas incursiones en la radio y el teatro, Chicho volvió al medio televisivo en 2003 con un concurso sobre animales, "Jimanji Kanana", y con "Un, dos tres... a leer esta vez". Pero el éxito no acompañó a este notable conversador, aficionado a los puros habanos y al que no le acababan de gustar los vientos que soplaban en la televisión. Aseguraba que sus hijos "son lo mejor que he hecho en esta vida" y mantuvo una estrecha relación con ellos. Pepa es documentalista en la BBC y Alejandro trabaja como diseñador gráfico.


El 15 de mayo de 2004 fallecía su padre, a los 91 años, tras una larga enfermedad.


Enfadado con TVE por la manera en que dieron carpetazo al fracasado "Un, dos, tres... esta vez a leer", en 2005 la cadena privada Telecinco le pidió la grabación de varias películas de televisión bajo el título Películas para no dormir, para las que Chicho contó con directores como Álex de la Iglesia o Enrique Urbizu entre otros. Sin embargo, la cadena no se decidió a emitirlas hasta 2007, y el espacio fue relegado a las pocas semanas a los canales de TDT del grupo. Anteriormente, las películas habían sido publicadas en un pack de DVD.


Su última creación fue "Memoria de elefante" (2003-2008), un programa presentado por Patricia Pérez y poco conocido por haber sido emitido por la cadena autonómica Castilla-La Mancha TV. Era un concurso de 25 minutos de duración en el que los concursantes aparecían montados en un gran elefante y vestidos al estilo Las mil y una noches, teniendo que asociar imágenes ayudándose de su memoria.


En sus últimos años de vida, Ibáñez Serrador se vio afectado por una enfermedad degenerativa que le hizo perder movilidad, requiriendo de una silla de ruedas para desplazarse. Pese a haber sido una persona locuaz, la enfermedad le había dificultado el habla.


Residía en su casa de Somosaguas, una lujosa urbanización al noroeste de Madrid, donde vivía completamente retirado del trabajo. Seguía disfrutando de la lectura, pero se había refugiado en los textos que ya conocía: “Me gusta lo conocido para encontrar giros que me habían pasado inadvertidos. Estoy en una época decadente”.Las dificultades para moverse también le hacían pasar muchas horas frente al televisor.


Pese a su enfermedad, intentó acudir a los diversos premios y homenajes que se le realizaron. De este modo, en 2009 fue homenajeado en la Seminci de Valladolid, acto al que acudió personalmente, y por el Festival de Cine de Alicante por su contribución en el cine fantástico y de terror. En 2010, fue galardonado por el Ministerio de Cultura con el Premio Nacional de Televisión en reconocimiento a toda su trayectoria. En 2016 reapareció en el programa Late motiv de Andreu Buenafuente para dar una sorpresa al director de cine de terror Juan Antonio Bayona. Un año después, Ibáñez Serrador participó en el programa de TVE Imprescindibles: Historias para recordar, que giraba en torno a su trayectoria. Su último acto público tuvo lugar en febrero de 2019, al recibir el Goya de Honor que otorga la Academia de Cine, pero su estado de salud le impidió acudir a Sevilla, donde se realizaba la ceremonia, realizándose un acto especial en Madrid, que sirvió también como su despedida de la vida pública. 


El 7 de junio de 2019, falleció en un hospital de Madrid a los 83 años. Sus restos mortales descansan en Granada, enterrados junto a los de su madre.


        

        


Antonio Mercero: Director de cine y realizador de series de televisión.

 


Antonio Mercero Juldain nació el 7 de marzo de 1936 en Lasarte, Guipúzcoa. Se crió solo con su madre porque, cuando tenía apenas 6 meses, su padre fue asesinado al principio de la Guerra Civil por comandos anarquistas que consideraron un enemigo a aquel hombre que trabajaba como jefe de personal de la fábrica local de Michelín. Los trabajadores de la empresa hicieron todo lo posible para que la madre entrara a trabajar allí y pudiera sacar adelante al pequeño huérfano. Aquella tragedia no marcó su carácter, y Antxon, o Txomin, como le llamaban, fue un niño alegre, que jugó muchísimo con sus amigos. En su infancia feliz en Lasarte tiene un lugar privilegiado el recuerdo de cuando, como él explicaba en una entrevista, "nos colábamos en el hipódromo y, con los papeles de las apuestas a la espalda, corríamos como si fuéramos caballos".

A los 13 años, se fue a estudiar con los Marianistas en un colegio de San Sebastián, pero en las vacaciones volvía siempre a Lasarte. Acabado el bachillerato, optó por cursar Derecho en la Universidad de Valladolid para satisfacer la ilusión de su madre de tener un hijo notario. En aquella ciudad castellana, hospedado en el Colegio Mayor de Santa Cruz, Antonio descubrió la magia del teatro y, sobre todo, del cine. Estudió, leyó y actuó de la mano del padre Martín Descalzo, agitador cultural y organizador de la Semana de Cine de la ciudad.

Actor e imitador en los festivales de su pueblo

La interpretación le caló tan hondo que, cuando volvía en verano a su pueblo, montaba festivales y se subía al escenario para hacer sketches y parodias, imitando a quien se pusiera por delante. Tenía mucha gracia actuando, pero lo que él realmente quería era explicar historias a través del cine. "El día que le dije a mi madre que no iba a ser notario sino que quería ser director de cine, ella se llevó un disgusto monumental. Tuve muchos problemas familiares por eso", recordaba en una entrevista el director, al que un cura del pueblo intentó convencer para que siguiera por los caminos del derecho en lugar del efervescente ambiente de la farándula. Educado y respetuoso, pero firme en su decisión, Antonio Mercero no dio su brazo a torcer, y después de un tiempo, consiguió entrar en la Escuela de Cine de Madrid, donde se diplomó como realizador en 1962. Su madre no pudo evitar emocionarse el día que proyectaron en el cine "Trotín Troteras", trabajo de fin de diplomatura que fue premiado en la Bienal de Arte de París. También estaba allí su novia, Isabel, con la que se casó en 1963, con la que ha tenido 6 hijos.

Su primer largometraje fue un gran fracaso

Después de trabajar como ayudante de dirección de Jorge Grau y Herald Reinl, hizo su primer cortometraje, "Lección de arte", que ganó la Concha de Oro del prestigioso Festival de San Sebastián y el galardón del Círculo de Escritores Cinematográficos. Aquellos premios le granjearon la posibilidad de dirigir su primer largo, "Se necesita chico". "Mi primera película fue un fracaso. No fue nadie a verla, vamos que no gustó y se me cerraron las puertas. Fue una lucha tremenda. Durante seis años lo pasé muy mal. Estuve a punto de tirar la toalla y hacer las oposiciones a notarías como quería mi madre. Era tremenda la sensación de haberme equivocado", aseguraba. Tuvo la suerte de que un amigo, Horacio Valcárcel, le consiguiera trabajo en el departamento de cine y publicidad del Instituto Nacional de Consumo, donde estuvo durante dos años. Tras un tiempo dedicado a guiones y publicidad, en 1969, rodó un corto titulado "La balada de los cuatro jinetes", que le brindó la Espiga de Oro del festival de Valladolid y, al poco, entró a trabajar en Televisión Española, donde hizo primero documentales y después series. La primera de ellas fue "Crónicas de un pueblo" (1971), a la que siguieron "Verano azul" (1982), "Turno de oficio" (1986) -con Juan Echanove como su alter ego- y, con la llegada de las televisiones privadas, dirigió para Antena 3 "Farmacia de guardia" (1991), cuyo capítulo final batió récords de audiencia que ninguna otra serie de ficción española ha podido superar. "Trabajar era una fiesta, una verdadera gozada. Éramos unos críos de 14 años y, en ningún momento nos levantó la voz, rodar con él era como un juego. Tenía mucha autoridad; si te decía que había que estudiar más, te ponías las pilas. En el fondo él mismo era un actor y le veías poniendo la cara del Piraña o de Tito para dirigirlos. Yo nací como actor gracias a él. Me enseñó que éste es un mundo de sueños donde se puede crear una realidad distinta y se puede hacer jugando", aseguraba en una entrevista Juan José Artero, uno de los actores adolescentes que encarnaron a los chavales de "Verano azul", protagonizada por Antonio Ferrandis, que se ha repuesto hasta siete veces en TVE y que tuvo también una enorme difusión internacional.

"La cabina", una obra maestra con Emmy

Pero antes de los "bombazos" que supusieron sus series, Mercero rodó una verdadera pieza obra maestra. Realizada en 1972, en formato de 30 minutos e interpretada por un inconmesurable José Luis López Vázquez, "La cabina" ganó un Emmy (los oscar de la televisión), una hazaña que ningún realizador español ha repetido. En aquel inquietante y desasosegador guión trabajó José Luis Garci. "La cabina" que para Mercero ha sido "su mejor película porque, a pesar del tiempo, sigue estando vigente", fue galardonada con el Premio de la Crítica Internacional de Montecarlo, el Premio Marconi de Milán y el Quijote de Oro al Mejor Director.

Los trabajos para televisión ocupan un importante espacio en la carrera profesional de Mercero, pero sus incursiones en la pantalla grande han dejado también una marca profunda en los aficionados al Séptimo Arte. En 1977, dirigió "La guerra de papá", un largometraje inspirado en la novela "El príncipe destronado", de Miguel Delibes, uno de sus novelistas favoritos. Protagonizada por Verónica Forqué y el niño Lolo García, la película supuso un taquillazo que le permitió estrenar, al año siguiente, "Tobi" también con Lolo y que iba de un niño al que le salían alas. En 1982, tras un paréntesis ocupado por el rodaje de "Verano azul", que le hizo descubrir la localidad malagueña de Nerja, Mercero volvió al cine con "La próxima estación", una pequeña joya no suficientemente valorada y protagonizada por Lola Herrera y Alfredo landa. Al año siguiente, dirigió la película infantil "Buenas noches, señor monstruo" y, en 1987, estrenó el largometraje "Espérame en el cielo", un delicioso filme sobre el supuesto doble del dictador Francisco Franco. A "El tesoro" (1988), basada en otra obra de Delibes, le siguió "Don Juan, mi querido fantasma" (1989). Su siguiente trabajo para la pantalla grande, "La hora de los valientes" (1998), con un anarquista como protagonista, dejó bien claro que Mercero es un hombre que no conoce el rencor. Excelente conversador, optimista, amante de la buena mesa, forofo de la Real Sociedad y con un sentido del humor que le hace reírse muchas veces al día, algunos de los que han trabajado con él le describen como "el niño que se hizo genio, pero que supo seguir siendo niño". Dotado de una paciencia infinita para dirigir a niños (un elemento que, con los animales, convertía un rodaje en un infierno según Hitchcock), Mercero siempre ha dicho de sí mismo que no es "un hombre de proyectos, sino más bien de realidades". Por eso y aunque el cine es su gran pasión, pone por delante a su familia. "La familia me equilibra. Soy un poco gallina clueca y quiero tenerles a todos bajo mis alas. Mi casa siempre está llena, nos juntamos muchos", explicaba cuando ya peinaba canas y malcriaba nietos.

El alzheimer, eje central de su último trabajo

Poseedor de una fórmula magistral para combinar dolor y ternura, Mercero llevó al cine el guión que Albert Espinosa escribió sobre los 10 años que pasó enfermo de cáncer. "Antes de cada día de rodaje, Mercero hablaba con una fotografía de de John Ford que tiene en su casa. Mercero le comentaba cómo iba a rodar la secuencia y le pedía consejo al maestro", contaba Espinosa, añadiendo que en su cine "siempre hay homenajes a 'Cantando bajo la lluvia' (su película favorita) y a los sonidos hechos con la boca (él hace sinfonías con sus carretes)". Mercero demostró su gran humanidad al hacer del alzheimer, enfermedad que sufre, el tema de su último trabajo: "¿Y tú quién eres?".

El 14 de febrero de 2010 Mercero recibió el Goya de Honor por los casi 50 años que este hombre, de 73, ha pasado tras las cámaras. Demasiado enfermo para asistir a la gala, mercero recibió en su casa el galardón, que después ha agradecido públicamente su familia.


miércoles, 11 de agosto de 2021

Carlos Larrañaga: Popular actor español

 


Carlos Larrañaga Ladrón de Guevara nació en Barcelona el 11 de marzo de 1937. Fue hijo de la gran actriz María Fernanda Ladrón de Guevara, casada en segundas nupcias con el actor y médico Pedro Larrañaga. Su hermana, Amparo Rivelles, era hija del primer matrimonio de su madre con el actor Rafael Rivelles. Con sólo 4 años, Carlos debutó en "Alma de Dios", y, a los 9, intervino en "Serenata española", protagonizada por su hermana. Debido a las largas giras de sus progenitores, pasó parte de su infancia en Cuba. A los 13 años dejó los estudios para dedicarse al teatro y, en 1950, rodó "Pequeñeces", un clásico del cine español protagonizado por Aurora Bautista y Jorge Mistral. "Orgullo y pasión" (1957) le abrió las puertas grandes del cine español tras haber trabajado junto a Sofía Loren, Frank Sinatra y Cary Grant quien, según dicen, quedó perdidamente enamorado de la belleza del actor, de cuyo perfil decía que era el más perfecto y helénico que había visto jamás. "Sufrí acoso, pero no derribo", aseguró décadas más tarde.

Padre de su primer hijo con una bailarina

Durante esa época tuvo una breve relación con una bailarina sevillana, Isabel Raya, que meses después le comunicó que había dado a luz un hijo suyo: Juan Carlos, familiarmente llamado Kako. "Mi madre y yo nos hicimos cargo del bebé y, como los dos estábamos rodando, le llevamos a un centro de pediatría en Navacerrada donde le cuidó Mimi, un ama tan agradable que nos la llevamos a casa", contó en una ocasión.

Tras un corto noviazgo, Carlos contrajo matrimonio el 26 de julio de 1959 con María Luisa Merlo con la que tuvo tres hijos más: Amparo (1963), Pedro (1965) y Luis (1966). El matrimonio creó una compañía teatral con el propósito de pasar más tiempo juntos, pero tras representar "Vidas privadas", en 1970, se produjo su primera separación y la disolución de su compañía. A pesar de que se reconciliaron a las pocas semanas y en 1973 obtuvieron un gran éxito con la serie "La pareja a través de la historia", su relación estaba tocada y en 1975 se separaron definitivamente, aunque María Luisa siempre ha sido para Larrañaga una de las mujeres más importantes de su vida. "Le tengo un gran cariño, la respeto y no puedo ni quiero borrarla de mi vida. Conservo un maravilloso recuerdo de ella", asegura.

Su fracaso matrimonial coincidió con el luto por la muerte de su madre. "Mi vida tiene dos partes: antes y después de su muerte", ha dicho siempre. Pero el amor volvió pronto a su vida y, en los ensayos de la obra "La gata sobre el tejado de zinc", se enamoró de la actriz y guionista Ana Diosdado. "Lo nuestro fue un flechazo. Nos gustamos desde el primer momento".

Boda en Londres con Ana Diosdado


El 14 de abril de 1979 contrajeron matrimonio civil en Londres y cuatro años después -cuando ya hubo ley de divorcio en España- volvieron a casarse en Toledo. El inicio de esta nueva unión coincidió con su retirada de los escenarios durante siete años, aunque Carlos no dejó de trabajar, ya que protagonizó algunas de las series más famosas de TVE como "Los gozos y las sombras" (1982), "Goya" (1984) y "Tristeza de amor" (1985) con Alfredo Landa, "uno de mis mejores amigos y uno de los grandes actores de todos los tiempos".


En lo personal, Carlos era feliz. Sus hijos habían continuado con la saga artística, aunque por diferentes caminos. Kako se dedicaba a temas técnicos, Pedro -actual marido de Maribel Verdú- es productor y Amparo y Luis son actores. "Todos ellos son maravillosos, me dan ganas de vivir, he respetado siempre sus decisiones y sólo me dan alegrías". La plenitud familiar llegó en 1982, cuando se convirtió en abuelo a los 45 años, ya que Pedro fue padre de su hijo Carlos Javier y Amparo tuvo a Ismael Vicente. "Me encanta que me llamen abuelo y ejerzo el papel a la antigua usanza. No me preocupa envejecer, asumo el paso del tiempo con dignidad y jamás me sometería a una operación de cirugía estética", confesaba en esa época.


Junto a Alberto Closas y Arturo Fernández se convirtió en el galán de referencia del cine español -se dice que se acostaba con la mayoría de sus compañeras de rodaje-, pero Carlos asegura que la etiqueta de hombre guapo ha sido como un lastre y, según él, "he sido una víctima de las mujeres hombriegas". A principios de los 80, se definía como un cazador arrepentido, "ya que cada vez me da más pena matar a un animal", pero ha seguido cultivando "hobbies" como fumar, pescar, pintar o leer.


Nostálgico de las tablas, en 1986 reanudó su romance con el teatro con "¿Qué tal, cariño?", que se prolongó ininterrumpidamente hasta 1990, año en el que empezó a trabajar en "Farmacia de guardia" (1991 - 1995), una de las series más exitosas en la historia de la televisión (algunos de sus capítulos los vieron más de 11 millones de personas) y por la que ganó dos TP de Oro. Durante esa época, Carlos explicaba riéndose de uno de sus nietos: "No le preocupa ponerse enfermo porque sabe que su abuelo tiene una farmacia".


Un tercer matrimonio que acabó ante el juez


Al poco de divorciarse de Ana Diosdado en 1999, Carlos volvió a sus andadas amatorias y conquistó a Pilar Velázquez, su compañera en la obra "Todas las mujeres de Jack". Aquel romance duró unos meses y tras la ruptura, llegó otra actriz, la canaria Isabel Prinz, de la que dijo: "Sólo le pido lealtad, amor y paciencia", algo que no debió ofrecerle porque la relación también fue breve. La siguiente en caer rendida a sus encantos fue María Teresa Ortiz Bau, directora de comunicación de la Fundación Wintherthür, con la que se casó por lo civil en un cigarral toledano el 13 de noviembre del 2000. Ambos prodigaban su amor a los cuatro vientos, se les veía contentos y felices en los numerosos actos públicos a los que asistían y todo parecía indicar que lo suyo iba a ser eterno hasta que, en el 2004, estalló el escándalo: María Teresa se enteró a través de una exclusiva vendida a una revista por su marido -condecorado con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en el 2002- que su matrimonio se había acabado. Algunas fuentes aseguraban entonces que María Teresa había sido estafada por su marido, que se había quedado con una importante cantidad de dinero. Las desavenencias entre ellos llegaron hasta los tribunales, ante los que María Teresa lo acusó de ser un maltratador. "No la maltraté y la jueza me dio la razón", se defendió el actor, que curó sus heridas al lado de Sarah Glattstein, entonces directora de la revista "Cosmopolitan". Una relación que, al parecer, simultaneaba con otra secreta con María Durán, quien llegó a conservar en su móvil montones de mensajes románticos del tipo: "No tengas miedo, mi amor. Todo saldrá bien. Te quiero. Duerme tranquila". La actriz aseguró que Larrañaga "me repetía constantemente que estaba enamorado de mí y que no quería estar con nadie más que conmigo". Sin embargo, al final, no fue ni la una ni la otra. En octubre de 2006, el actor volvió a la primera página de actualidad porque su primogénito, Kako, le acusó públicamente de unos supuestos malos tratos cuando era pequeño y por su boda -la cuarta- con Ana Escribano, una actriz 38 años más joven que le hizo nuevamente padre tras el nacimiento de una niña llamada Paula. Sin embargo, en el 2010 llegó el divorcio: "Han sido cuatro años de una locura maravillosa", declaró, poco antes de poner punto final a su historia.


Un ictus y la operación de urgencia de un cáncer

Carlos sufrió un ictus que estuvo a punto de costarle la vida y por el que tuvo que pasar hasta en cinco ocasiones por el quirófano. Cuando preparaba su regreso a los escenarios con la obra "Quizás, quizás", un grave problema de salud le volvió a apartar de la vida pública: fue ingresado para ser operado de un tumor en la vías urinarias en el Xanit Hospital Internacional de Benalmádena (Málaga). El 20 de agosto de 2012 fue ingresado de urgencia en la UCI del Hospital Xanit Internacional de Benalmádena, a causa de una descompensación cardíaca. Carlos Larrañaga falleció la tarde del 30 de agosto de 2012, tras no poder superar dichas complicaciones cardíacas.