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viernes, 26 de noviembre de 2021

Fabiola de Mora y Aragón: La española que reinó en Bélgica

 


Fabiola Fernanda María de las Victorias Antonia Adelaida de Mora y Aragón nació el 11 de junio de 1928 en Madrid. Fue la penúltima de los siete hijos de Gonzalo de Mora y Fernández, marqués de Casa Riera, y de Blanca de Aragón y Carrillo de Albornoz. Antes que ella nacieron Alejandro, Gonzalo, Jaime, Nieves y Ana María y María Luz fue la benjamina de la familia. Amadrinada por la reina Victoria Eugenia, la formación de Fabiola corrió a cargo de profesores particulares y una institutriz alemana.

Pasó sus primeros años en el Palacio de Zurbano -actual sede del Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas-, que el padre de Fabiola convirtió en un pequeño Versalles: hizo construir un pórtico de acceso neoclásico, habilitó un salón de baile, un comedor de gala y un gabinete para el té co mobiliario rococó y cuadros de Goya y Rembrandt. Su madre le transmitió un profundo amor por los animales, así como una marcada religiosidad. La casa disponía de una capilla propia, donde se celebraba misa diaria a la que obligatoriamente asistían los hijos y el servicio. Los veranos los pasaban en "Villa Pilar", en Zarauz.

Joven autora de un libro de cuentos

Inteligente, dulce y alegre, Fabiola tenía afición por el dibujo, la música y la escritura. En 1952, bajo el seudónimo de Cleopatra, publicó el libro "Los cuentos maravillosos". Un año antes -el 17 de julio de 1951- el príncipe Balduino se había convertido en el rey de Bélgica tras la abdicación de su padre, Leopoldo III. Balduino tenía 20 años y su vida había estado marcada por la prematura muerte de su madre (la princesa Astrid murió en un accidente de coche cuando él tenía 5 años) y por el exilio de la familia durante la Segunda Guerra Mundial. De talante serio y carácter introvertido, Balduino aceptó su destino con resignación, aunque su verdadera vocación era la religiosa. Liliana de Rethy, la segunda esposa de su padre, habilitó para él un ala del Palacio Real de Laecken, donde Balduino residía.

Trabajo, oración, música religiosa y astronomía

De nada sirvieron los esfuerzos que hizo su madrastra para que entablara relación con chicas de su edad. Balduino vivía entregado al trabajo y a la oración. Su tiempo libre lo dedicaba a oír música religiosa y estudiar astronomía.

Pese a su proverbial timidez, el destino tenía reservado un gran amor para aquel joven que apodaban "el rey triste". Según el periodista Jaime Peñafiel, en el verano de 1956, Balduino acompañó a su abuela, la reina madre Isabel de Bélgica, a España, donde ésta era atendida por el doctor Arruga. La soberana belga solía residir en el Hotel Ritz de Barcelona o en la finca que el ilustre oftalmólogo tenía en la Costa Brava. Por su parte, aquel verano Fabiola había aceptado la invitación de su hermana, la marquesa de Aguilar, para pasar unas semanas en la villa que ésta tenía muy cerca de la del médico. Una tarde que las dos jóvenes acudieron a casa de Arruga, Balduino conoció a Fabiola. Entre los dos hubo un flechazo, aunque muy pocos se enteraron. La mala suerte se interpuso en el camino de los dos enamorados. Al poco tiempo de aquel primer encuentro, falleció el padre de Fabiola, y la chica, chapada a la antigua, se impuso un duelo de tres años durante los cuales trabajó como enfermera de Sanidad Militar en Carabanchel y colaboró activamente con el hospicio de las Hermanitas de los Pobres. La pareja volvió a verse en febrero de 1959, en el más riguroso incógnito. En el tiempo que no se habían visto, Liliana de Rethy había convencido a su hijastro para que se hiciera algunos retoques de estética que mejoraran su aspecto. Al parecer, también Fabiola se operó la nariz.

Así, contra todo pronóstico, el 17 de septiembre de 1960, se anunció públicamente el compromiso matrimonial de Balduino con una aristócrata española, de la que nadie -ni en Bélgica, ni en España ni en el resto de Europa- sabía nada.

España, el país donde buscar a la futura esposa

Pero, según otras fuentes, la gestación de aquel noviazgo tuvo un proceso muy diferente. Al parecer, después de que la revista "Paris Macht" publicase la noticia de que Balduino pensaba abdicar para ingresar en una orden trapense, el rey le dijo a su confesor, el cardenal Suenens, que había "confiado a la Virgen de Lourdes el problema de mi matrimonio" y añadió que había que buscar a su futura esposa en España, el país más católico del mundo en aquella época. Suenens se puso en contacto con verónica O'Brian, promotora de la Legión de María, que se presentó ante el nuncio de Madrid para informarle de su "misión". Finalmente, dieron con la mujer perfecta: profundamente católica -Hija de María, congregante de San Vicente de Paul y militante de Acción Católica-, sin ningún novio conocido, entregada a las obras de caridad, razonablemente culta y capaz de expresarse con fluidez en inglés, francés y alemán.

Perfecta salvo un detalle: su hermano Jaime

O'Brien se entrevistó con ella para explicarle el asunto que llevaba entre manos. Ella no se lo creyó hasta que el nuncio le confirmó que no se trataba de una broma. Así fue como se organizó un primer encuentro "clandestino" entre los dos jóvenes, que volverían a verse en el santuario de Lourdes en julio de 1960. Según esta versión fue allí donde Fabiola le dio el "sí" a Balduino. Todo era perfecto en Fabiola salvo un pequeño detalle: su hermano Jaime. Vividor, bohemio y siempre con problemas de dinero, "Fabiolo" -apodo que le pondrían tras conocerse el compromiso- no perdió un instante en rentabilizar el nuevo status de su hermana y concertó la exclusiva de un reportaje del dormitorio de Fabiola en el palacete familiar. Sería el primero de los desencuentros que la joven tendría con uno de los símbolos de la época dorada de Marbella. Su estilo de vida era tan diferente al de su hermana -fue camarero, taxista, pianista o actor- que no le invitaron a la boda de la pareja, que se celebró el 15 de diciembre de 1960 en la catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas. Fabiola iba vestida de Balenciaga y muchos españoles se compraron su primer televisor para poder ver la retransmisión de la ceremonia, todo un acontecimiento de aquella década. Uno de los regalos de boda más polémicos que recibió Fabiola fue una diadema-corona de plata antigua con incrustaciones de piedras preciosas que, adquirida personalmente por Carmen Polo de Franco, finalmente resultó ser falsa. Fabiola la lució en una única ocasión: la noche de su primera aparición pública en el Palacio de Lacken con motivo de la recepción dada la víspera de su boda.

Vacaciones estivales en su villa de Motril

Los recién casados disfrutaron de su luna de miel en una finca de los marqueses de Salinas en Hornachuelos, Córdoba, en la que supondría la primera de una serie de estancias del matrimonio en España, que convirtieron en su lugar de vacaciones. Primero en Zarauz, pero después se construyeron en Motril (Granada) una casa que llamaron "Villa Astrida".

Desde el primer momento de su reinado, Fabiola supo ganarse el cariño de los belgas ejerciendo de discreta y entregada consorte. La armonía que siempre reinó entre los esposos sólo se vio ensombrecida por la falta de herederos. Fabiola sufrió cinco abortos. Años de consultas ginecológicas, intervenciones quirúrgicas y tratamientos no pudieron evitar que llegase a la cuarentena sin haber sido madre. Ante esa circunstancia que privaba a Balduino de un heredero, la reina le planteó a su esposo la posibilidad de declarar nulo el matrimonio para que pudiera volver a casarse con una mujer fértil. El rey belga no aceptó esa posibilidad y ambos cónyuges se volcaron en la educación de su sobrino, el príncipe Felipe, nacido pocos meses antes de que ellos se casaran. Balduino lo educó como sucesor y, oficiosamente, se le consideraba el heredero, en detrimento de su padre, el príncipe Alberto, que había dado muchos quebraderos de cabeza a Balduino con sus escándalos conyugales con Paola de Lieja.

Alberto y Paola nuevos reyes de Bélgica

Contra todo pronóstico, fue Alberto quien subió al trono belga cuando, inesperadamente, el 31 de julio de 1993, Balduino falleció de un ataque al corazón en su casa de Motril, donde él y su esposa estaban de vacaciones. En su entierro, rigurosamente vestida de blanco, Fabiola sobrellevó el duelo con enorme entereza amparada en su fe. Tres días después, compareció ante el pueblo belga en el balcón de Laeken apoyando a sus cuñados Alberto y Paola como nuevos soberanos. Al parecer, se había alegado que el príncipe Felipe, de 33 años y todavía soltero, no estaba preparado para reinar.

Desde entonces, Fabiola dejó de ser la reina de los belgas para pasar a ser la reina viuda, sin status oficial, aunque sigue participando en las actividades de la Familia Real belga. Con una asignación anual de 1,4 millones de euros y 25 personas a su servicio (incluyendo una secretaria personal que se encarga de su agenda de compromisos), en 1998, se trasladó a vivir al palacio de Styvenberg, donde ha dedicado todos estos años a cultivar su arraigada religiosidad (sintoniza con el movimiento ultracatólico Renovación Carismática) y la memoria de Balduino, cuyas libretas personales ha guardado celosamente sin permitir que los historiadores tengan acceso a las notas que tomaba el fallecido monarca. Siempre atenta a los problemas de las mujeres del campo, los niños y los enfermos mentales mientras fue reina, Fabiola cedió el protagonismo a  Paola, la actual soberana, y a las tres princesas reales: Astrid, Claire y Matilde. El cariño que esta última, esposa de Felipe de Bélgica, siente por Fabiola le ha devuelto un gran protagonismo a esta mujer, con más carácter del que aparenta, que desde hace más de 50 años es fiel al mismo peinado: una media melena con las puntas vueltas y ligeramente cardada.

El 5 de diciembre de 2014, a los 85 años, falleció por causas naturales en su residencia, el Castillo de Stuyvenberg en Laeken. Los reyes Felipe y Matilde y los reyes eméritos Paola y Alberto visitaron la capilla ardiente instalada en el Palacio Real de Bruselas.

A su despedida final asistieron los reyes eméritos Juan Carlos I y Sofía de España, la princesa Beatriz de los Países Bajos, los reyes Harald V de Noruega (con su hermana Astrid), Margarita II de Dinamarca y Carlos XVI Gustavo de Suecia (con su esposa Silvia), así como el príncipe soberano Juan Adán II de Liechtenstein y el gran duque Enrique de Luxemburgo (con su esposa María Teresa), entre otros soberanos del resto del mundo, en un sencillo pero alegre funeral. De Europa no estuvieron representadas ni la Familia Real Británica ni la Familia Principesca de Mónaco.